martes, 26 de septiembre de 2017

Ya salió mi libro "LA EDUCACIÓN SUPERIOR ARGENTINA (1983-2015)


Conferencia Facultad de Medicina Universidad Nacional del Nordeste

FACULTAD DE MEDICINA
Universidad Nacional del Nordeste
14 de septiembre de 2017
Conferencia: BIOPOLÍTICAS Y POLÍTICAS DEL CONOCIMIENTO EN LA ERA DEL ANTROPOCENO 
Dr. Augusto PÉREZ LINDO, Ph.D., Profesor del Doctorado en Políticas y Gestión de la Educación Superior de la UNTREF

Si como dice el biólogo Humberto Maturana “vivir es conocer” podemos decir que recíprocamente “conocer es vivir”. Desde esta perspectiva las políticas del conocimiento son tan decisivas como las biopolíticas para el bienestar de las sociedades.  Por otro lado, para los profesionales de la salud y de las ciencias biológicas hoy más que nunca es necesario mantener una visión actualizada de los conocimientos científicos y de los cambios que se producen en la sociedad respecto del sentido de la vida.
Desde la Modernidad, con el Iluminismo, se afirma que “el saber es poder”, como sostuvo Francis Bacon.  El punto de vista intelectualista ya había sido asumido por Buda, Platón y otros filósofos desde la Antigüedad. Las vinculaciones profundas entre la evolución de los seres vivientes y el conocimiento ya eran reconocidas  por las culturas primitivas donde los brujos de la tribu tenían entre sus atributos la autoridad de los saberes y la capacidad para curar enfermedades.   
En la actualidad se dice que entramos en la sociedad del conocimiento porque las economías y las sociedades dependen de las tecnologías y de las ciencias. Las biotecnologías nos permiten  reproducir y modificar distintas formas de vida. Estamos creando un mundo sobrenatural. Parece que tenemos el poder para transformar el mundo de acuerdo con nuestros conocimientos.
Lo que aparentemente resultaría la apoteosis de nuestra evolución contiene también una amenaza. Estamos llegando al límite en nuestra relación con el medio ambiente. Las catástrofes naturales y sociales se han puesto en el centro de nuestro sistema planetario. Los informes científicos sobre el calentamiento global son dramáticos y categóricos.  Las contaminaciones ambientales, la superpoblación del planeta,  las explotaciones mineras,  el consumo intensivo de hidrocarburos, entre otros factores,  amenazan todos los equilibrios.
El 17 de septiembre de 2005, hace 12 años, Augusto Thibaud, un biólogo argentino, profesor de la Universidad Nacional de Luján, murió en la Antártida cuando cayó en una grieta de 80 metros. Estaba investigando los efectos del calentamiento de las aguas sobre el derretimiento de los glaciares. Y certificó con su vida la verificación de su hipótesis. Su muerte merece un recordatorio en esta conferencia porque buscaba en su investigación científica una respuesta frente a las amenazas a la vida que se encerraban en los procesos del calentamiento global.
Estamos condenados a vivir y sobrevivir mediante el uso de conocimientos. Es decir, necesitamos de las ciencias y de las tecnologías para asegurar nuestro futuro. Y por otro lado, contradictoriamente, son los usos del conocimiento aplicado a la economía o al funcionamiento de la sociedad los que nos amenazan con la autodestrucción. Estos dilemas ya fueron enunciados por los antiguos griegos en el mito de Prometeo.  Conocer es vivir, pero también utilizamos el conocimiento para destruir y para autodestruirnos. De hecho, cerca del 50% del gasto mundial en investigación esta relacionado con armamentos, defensa y seguridad.
Conocer es vivir, vivir es conocer, pero cuáles son las articulaciones virtuosas entre estas dos dimensiones?. La Ecología surgió hacia 1869 con Haeckel para defender una visión  holística de las relaciones entre la sociedad y el medio ambiente. En el siglo XIX en Europa surgieron las primeras políticas tendientes a establecer políticas sanitarias que permitieran controlar el comportamiento de las poblaciones. Michel Foucault vió en esto el surgimiento de una política de control social, que denominó “biopolítica”. El bioquímico Van Resselaer Potter creó el concepto de la Bioética en 1971 a partir de su ensayo “Bioética, un puente hacia el futuro”. Quería prever ante todo los efectos perversos de los productos químicos y farmacéuticos
 Podemos conjeturar que la aparición de teorías sobre los procesos del conocimiento, las biociencias y sus efectos sobre la sociedad pueden ser los correlatos del comienzo de la Era del Antropoceno. Esta denominación  surgió en el Congreso Internacional de Geología que tuvo lugar en Sudáfrica en septiembre de 2006. De acuerdo con esta teoría  a partir de 1950  estaríamos en la etapa evolutiva donde la intervención humana ha modificado la constitución de la naturaleza como se puede constatar por los efectos de las explosiones nucleares, de la contaminación del aire, de la destrucción de millones de árboles, de los residuos de plástico, etc.  Dejamos atrás el Holoceno que duró unos 12.000 años.  Ahora en el corazón de las montañas y en los mares, en los bosques y en las llanuras, en los cielos y en los glaciares, se sienten los impactos de nuestra civilización.
Sería coherente reconocer que a escala global necesitamos políticas que orienten los usos de las ciencias y de las tecnologías  y que necesitamos al mismo tiempo biopolíticas que nos lleven a crear condiciones de bienestar para todos. En Naciones Unidas esta preocupación dio lugar a varias declaraciones internacionales reclamando la instalación de un modelo de desarrollo sustentable.
Uno pensaría que resulta ilusorio pensar que las comunidades académicas y científicas puedan influir en el curso de los procesos globales. Sin embargo, fueron los científicos y universitarios los que llamaron la atención sobre la necesidad del desarme nuclear en los años de 1970. En la década siguiente Estados Unidos y la Unión Soviética fueron llevados a firmar acuerdos para el desarme nuclear debido a la presión de la opinión pública.
Fueron también científicos, universitarios y gente común, los que desde los años de 1980 vienen presionando por todos los medios y con movilizaciones crecientes para frenar la contaminación ambiental, para impedir la destrucción masiva de bosques y de peces, para controlar los impactos de las empresas mineras y petroleras. Fueron los investigadores de todo el mundo apoyados por miles de organizaciones sociales los que realizaron el diagnóstico sobre el calentamiento global y permitieron avanzar en los acuerdos de Tokyo y de Paris.
Peter Drucker, en su libro “Nuevas realidades” (1990) afirmaba que la creación de una economía mundial fundada en el uso de las ciencias y las tecnologías tenía como consecuencia la creación de un nuevo proletariado que él denominó el “cognitariado”. Los universitarios, los investigadores, los técnicos y profesionales forman parte de este nuevo proletariado. O sea, son actores globales. Pueden influir también en el curso de los acontecimientos. En la actualidad podemos observar, por ejemplo, como pequeños grupos o individuos con conocimientos técnicos adecuados pueden crear programas para influir sobre los individuos a nivel de las redes sociales, pueden también generar efectos perversos paralizando o alterando computadoras de millones de individuos o de organizaciones.
¿Por qué deberían converger las políticas del conocimiento y las biopolíticas? Si el futuro depende de las aplicaciones de las ciencias y de las tecnologías es evidente que necesitamos establecer orientaciones adecuadas para el uso social de esos conocimientos. En primer lugar, porque sabemos que con el capital intelectual existente podríamos resolver problemas tales como el hambre, la pobreza y las enfermedades masivas. Si hay hambre no es porque faltan alimentos sino porque faltan políticas sociales adecuadas. Disponemos de los conocimientos necesarios para multiplicar la producción de alimentos.
En segundo lugar, las biotecnologías alcanzaron un nivel de desarrollo que las ha vuelto capaces de redefinir campos tan diversos como la producción agropecuaria, la medicina, los sistemas de salud, la industria farmacéutica, las neurociencias, los sistemas de aprendizaje, la matriz energética,  etc.  También podemos observar que las empresas bio-médicas han crecido vertiginosamente en los últimos años.
Desde la década de 1930 (con el Círculo de Viena) los epistemólogos vienen intentando explicar las condiciones de la creación y de la acreditación de los conocimientos científicos. Desde fines del siglo XX se va imponiendo la idea de que las comunidades científicas y académicas tienen que ser capaces de reflexionar sobre su propia praxis mediante procesos de autoevaluación. Edgar Morin habla de la ciencia con conciencia, de la “antropología del conocimiento”.  Se trata en todo caso de un proceso que nos lleva a establecer “políticas de conocimiento” para controlar intencionalmente lo que estamos investigando y las innovaciones que estamos creando. En esta línea  han surgido en las últimas décadas los estudios sociales de la Ciencia que dieron lugar a los programas de Ciencia, Tecnología  y Sociedad.  
Desde mediados de la década de 1990 se han venido estableciendo en Argentina pautas para direccionar la investigación hacia problemas críticos, objetivos estratégicos o  temas vacantes. Esto ya está incorporado al corpus de la cultura científica y universitaria en el país y en el extranjero. Sin embargo, sigue siendo problemático definir las prioridades o detectar los temas vacantes en los avances de las ciencias.  
En nuestro caso, a pesar de las múltiples declaraciones, todavía no está claro como la comunidad científica y universitaria enfrenta las condiciones del futuro. ¿Cuál es el sistema de salud que necesitamos para el siglo XXI? ¿Cómo superar  el problema social de la pobreza con un modelo de desarrollo inteligente y solidario?    ¿Qué política industrial debemos adoptar teniendo en cuenta el cambio en la matriz energética? ¿Cómo podemos industrializar la basura de nuestras ciudades para terminar con situaciones sanitarias y sociales que podrían resolverse rápidamente con tecnologías disponibles? ¿Cómo diseñar nuevos sistemas de  transporte ferroviario, aéreo, fluvial y marítimo pensando en el futuro y utilizando nuevas tecnologías? ¿Cómo mejorar y desburocratizar los organismos públicos?
La capacidad que tenemos en Argentina para planificar hacia el futuro es muy baja. Vivimos en la coyuntura, en las próximas elecciones, en las fluctuaciones del dólar, en los conflictos políticos. En 2007 la Secretaría de Ciencia y Tecnología se organizó un ejercicio prospectivo para el 2020 tomando una serie de sectores de la realidad argentina. Ninguna agencia estatal y ninguna organización empresaria o sindical recurrió a estos estudios a fin de establecer políticas para anticipar el futuro.
El potencial científico, técnico, profesional de la Argentina es muy importante. Mañana presentaremos aquí un libro que acabamos de publicar en Eudeba  donde ofrecemos datos sobre el potencial científico y universitario. Tenemos cerca de 3 millones de estudiantes en la Educación Superior, más de 60 mil investigadores, cerca del 25% de la Población Económicamente Activa tiene estudios superiores.  Pero en contrapartida tenemos unos  300.000 graduados universitarios  y cerca de 4.500 doctores de todas las disciplinas trabajando en el extranjero. Lo que quiere decir que sufrimos un gran desaprovechamiento del capital intelectual disponible. Y esto se refleja en nuestro subdesarrollo.
Uno podría pensar que en las universidades se percibe con claridad la importancia de las políticas del conocimiento. Pero no es así. Pese a que casi todas las universidades tienen dependencias que se ocupan de los programas de investigación, no existen políticas del conocimiento en el sistema universitario. Quiere decir que tenemos un potencial científico y técnico que no aprovechamos suficientemente porque no establecimos políticas para aplicarlo en la resolución de problemas del país. El problema es que carecemos de una “inteligencia colectiva”, trabajamos y pensamos de manera atomizada, compartimentada.
En nuestro país, como en otros de América Latina, padecemos el problema de la recolección y destino final de la basura. Sin embargo, estamos en condiciones de organizar  en tres años la industrialización de la basura en todas las comunas del país. Disponemos de los profesionales y de las técnicas adecuadas. Podrían concertarse todas las facultades de ingeniería, los municipios y los gobiernos provinciales y armar consorcios para terminar con  los basurales, con los sistemas primitivos de recolección y eliminación de la basura, con sus consecuencias sanitarias y sociales perversas. Además, podría ser un buen negocio que amortizaría rápidamente los costos del programa. ¿Por qué no lo hacemos? Porque las universidades no presentan una propuesta y porque existen resistencias e intereses diversos para mantener la situación actual.  
¿Cuántas propuestas de las facultades de Medicina existen para transformar el sistema de salud? ¿Cuáles son las políticas de industrialización que proponen nuestras universidades? ¿Cuánto contribuyen las universidades al desarrollo nacional y regional? Para responder a estas y otras preguntas semejantes necesitamos elaborar políticas de conocimiento y crear un consenso estratégico entre los actores sociales. Esto convertiría a las universidades en agentes de desarrollo.
Si nos situamos en el lugar de las Facultades de Medicina podríamos imaginar algunas iniciativas para mejorar el sistema de salud y el desempeño de los profesionales de la salud.  
1°. Fortalecer la articulación de los efectores en el sistema de salud para bajar los costos y lograr una atención sanitaria universal y equitativa como en la Unión Europea;
2°. Desarrollar un modelo de Atención de la Salud 24 horas online en todo el país;
3°. Impulsar la investigación biotecnológica aplicada a las ciencias de la salud a fin de mejorar la calidad de vida de la población;
4°. Favorecer la formación transdisciplinaria de los profesionales de la salud, de los bioquímicos, psicólogos, biólogos, ecólogos, sociólogos y otros profesionales que se interesan en la calidad de vida de la población. Esto implica adoptar un modelo curricular flexible y abierto como en el Proceso de Bologna que involucra a 54 países de Europa.  
Pero hay otras razones para adoptar  biopolíticas en la investigación y en la enseñanza de las ciencias de la salud: necesitamos enfrentar en el mundo actual las tendencias agresionistas y autodestructivas. El número de homicidios, los hechos de violencia escolar, los actos terroristas, los femicidios, el asesinato de niños con fines comerciales, los suicidios de jóvenes, la muerte de miles de personas por sobredosis de drogas, se reflejan en indicadores que afectan a más de 4 millones de personas por año. Esto muestra la gravedad de los atentados contra la vida que estamos sufriendo.
Nunca como ahora los profesionales de la salud han estado tan cerca de las manifestaciones agresivas y autodestructivas porque a veces son alcanzados en los hospitales por individuos que pretenden golpearlos. Nunca como ahora pueden observar que miles de jóvenes y adultos destruyen voluntariamente su vida por la adicción a las drogas o por desviaciones criminales. El nihilismo social, la negación de la vida y de la convivencia social, avanza de múltiples formas: en la vía pública, en las escuelas, en la actividad políticas, en las expresiones culturales, en los medios de comunicación, en Internet, en los focos de conflictos armados.
Algunos, como Kenneth Galbraith denominaron a esta época como “la era de la incertidumbre”. Gilles Lipovetzky, filósofo posmoderno, habla de la “era del vacío”.  James Lovelocke, desde el ecologismo radical, presagia el derrumbe de la civilización industrial y del planeta. Profecías escatológicas y apocalípticas hay de todos los gustos. Circulan por Internet videos o dibujos animados con las visiones más siniestras. E inclusive se han formado tribus urbanas de jóvenes nihilistas, agresivos o suicidas. A la crisis de las relaciones sociales se le añade la pérdida del sentido de la vida.
Como agente de las políticas del conocimiento la misión inherente de la universidad en esta era de crisis de las relaciones sociales, sería la de sostener la cultura de la vida. Las biopolíticas aparecen como respuestas adecuadas para afrontar diversos problemas mundiales:
·         El hambre y la pobreza extrema que afecta a casi mil millones de personas
·         El desarrollo de  biotecnologías capaces de incrementar las producciones agropecuarias y de curar enfermedades humanas, pero también de modificar peligrosamente la reproducción natural de la vida
·         Las tendencias agresionistas y nihilistas de diverso orden que amenazan la vida de los individuos y las relaciones sociales.
Para las ciencias de la salud la biopolítica pertinente debería ser la de investigar y resolver problemas relacionados con la calidad de vida de los individuos y de la sociedad en general.
Si nos ubicamos frente al nihilismo social que nos amenaza es evidente que necesitamos crear una nueva consciencia social. En su libro “La evolución creadora” el filósofo francés Henri Bergson introdujo la idea del “impulso vital” como la fuerza que anima todos nuestros procesos sociales. Por su lado, antropólogos e historiadores han destacado que los grupos humanos elaboran una cierta “inteligencia colectiva” para enfrentar sus desafíos y evolucionar. Ahora nos hace falta fortalecer el aspecto vital de nuestra inteligencia colectiva si queremos evitar mayores catástrofes.
Cuando un pueblo o una sociedad carece de políticas de conocimiento y de biopolíticas adecuadas se encuentra en peligro. Es el caso de muchas sociedades en el mundo actual y en particular de la nuestra. Si esto es así parece que la misión histórica de las universidades debería ser la de fortalecer la inteligencia colectiva y las biopolíticas tendientes a lograr un bienestar colectivo. Lo que supone la búsqueda de un consenso estratégico para definir un modelo de desarrollo con uso intensivo del conocimiento y con un fuerte sentido de la vida.
 Entre las facultades de Medicina de Argentina se han establecido estándares comunes para acreditar las carreras. Esto permitió también avanzar en la construcción de un curriculum común para las profesiones médicas en el Mercosur. Hubo avances en las definiciones sobre el perfil de la profesión médica. Pero aún resta por acordar puntos de vista sobre el conjunto de los profesionales que intervienen en los problemas de la salud.
Pensando en el presente y en las próximas décadas para nuestro país es evidente que deberíamos aprovechar al máximo todo el potencial educativo, científico y técnico de que disponemos para crear otro modelo de desarrollo con uso intensivo del conocimiento y con un enfoque igualitario. ¿Cómo lograr esto a nivel del sistema de salud? Tendríamos que ilustrarnos con la experiencia de los países de Europa del Norte sin olvidar que tenemos contextos de pobreza y desorganización muy peculiares.
También deberíamos preguntarnos qué podemos aportar desde las Biopolíticas para revertir las tendencias agresionistas de nuestra sociedad. Las facultades de ciencias de la salud tienen que intervenir en los medios de comunicación para neutralizar toda la cultura agresionista que circula en la televisión y en Internet. Han surgido informalmente espacios o páginas web destinadas a difundir conocimientos médicos, psicológicos, farmacéuticos y otros. Las Facultades de Ciencias de la Salud tienen que ocupar un espacio permanente en la cibercultura, deberíamos tener hospitales online cuyo principio orientador sería difundir la cultura de la vida.
Desde el punto de vista de las políticas del conocimiento necesitamos saber cuál será el perfil del médico, de las enfermeras, de los bioquímicos, de los psicólogos, de los odontólogos y de los distintos especialistas en los próximos diez, veinte o treinta años. Todavía no estamos asimilando los impactos que sobre estos campos están teniendo las investigaciones genéticas, de la biología sintética, de las  biotecnologías o de la bio-informática.  
Ya están entrando en el mercado profesional los ingenieros médicos o los bio-ingenieros, un híbrido entre las ciencias de la salud, la ingeniería informática y las biotecnologías. Deberíamos disponer de un informe periódico cada tres años sobre la evolución de las profesiones, las ciencias, las tecnologías y las necesidades de la sociedad. A partir de este Observatorio podríamos definir mejor los proyectos de investigación, los cambios curriculares, el perfil de los docentes y los servicios a la sociedad.
Conocer es vivir, vivir es conocer. Esto es válido tanto a nivel de los organismos unicelulares como a nivel de las complejas organizaciones humanas. Para nosotros las políticas del conocimiento son tan importantes como las biopolíticas sin queremos sobrevivir en la Era del Antropoceno. Asumir este nuevo paradigma implica repensar el perfil de los profesionales de la salud, reformar las estructuras institucionales, enfrentar nuevos objetos de investigación.
Todos los graduados universitarios, y en general todos los ciudadanos de esta Era Global, debemos pensar en las políticas del conocimiento que pueden definir nuestro desarrollo y nuestro futuro. Pero estamos acostumbrados a creer que en el sistema mundial solo se juegan objetivos políticos, económicos o militares.  Deberíamos familiarizarnos con los estudios sociales de la ciencia para participar en la construcción de un modelo de desarrollo inteligente y solidario.
Por sobre todas las cosas debería preocuparnos el futuro de nuestros jóvenes y la compleja trama de crisis que amenazan sus posibilidades de una vida digna. Socializar a los jóvenes constituye más que nunca una misión central de la universidad. Brindarles valores, competencias cognitivas y sociales, más allá de la especialidad que elijan debería ser el centro de la formación básica universitaria. De hecho, la formación humanista ha renacido en Europa, en Asia y en América. Vivir es conocer, conocer es vivir, esto quiere decir que el camino de la superación de los desafíos actuales pasa por el conocimiento y por la consciencia de la vida.





Artículo sobre Bioética y fracaso escolar en Revista de la Unesco

Rev.Redbioética/UNESCO, Año 7, 1 (13): 121 - 121 enero - junio 2016
ISSN 2077-9445
107
Biopolíticas, fracaso escolar e inclusión juvenil - Perez Lindo, A.
Revista de la Red de Bioética UNESCO www.redbioética.unesco.org
BIOPOLÍTICAS, FRACASO ESCOLAR E INCLUSIÓN JUVENIL
AUGUSTO PEREZ LINDO*
RESUMEN: Se trata de mostrar como los fracasos académicos y la deserción escolar son consecuencia de la ausencia de biopolíticas, orientadas a proteger e integrar a los jóvenes en la sociedad. El caso argentino muestra que no basta con ampliar la accesibilidad para lograr la inclusión social. Al mismo tiempo que se promueve la accesibilidad a la Educación Superior el índice de deserción académica asciende casi al 80%. También la deserción escolar es alta a nivel primario y secundario. Intervienen varios factores. Pero sobre todo faltan políticas coherentes para favorecer las trayectorias de vida de los jóvenes. Lo cual se manifiesta hoy en todos los continentes con distintas evidencias. Para superar la negación del futuro de los jóvenes hace falta un nuevo modelo de desarrollo inteligente guiado por una biopolítica de protección de la vida.
Palabras claves: biopolíticas, fracaso académico, deserción escolar, desarrollo inteligente
Abstract : The purpose of this article is to show as academic failures and dropouts are the result of the absence of biopolitics  aimed at protecting and integrating young people in society. The Argentine case shows that not enough to increase the accessibility to achieve social inclusion. While accessibility to higher education is promoted, academic dropout rate rises almost 80 %. The school dropout rate is high at primary and secondary level. Several factors are involved. However, mostly they lacking coherent policies to promote the life trajectories of young people. Which is manifested today in all continents with different evidences. To overcome the denial of the future of young people need a new model of smart development guided by a biopolitics protection of life.

Key words: biopolitics, academic failure, drop-out, intelligent development

RESUMO : Este artigo tem como objetivo  mostrar como falhas acadêmicas e desistentes são o resultado da ausência da biopolítica , destinada a proteger e integração dos jovens na sociedade. O caso argentino mostra que não é suficiente para aumentar a acessibilidade para alcançar a inclusão social. Enquanto a acessibilidade ao ensino superior é promovido taxa de abandono escolar sobe quase 80%. A taxa de abandono escolar é alta no nível primário e secundário . Diversos fatores estão envolvidos . Mas, principalmente, eles falta de políticas coerentes para promover as trajectórias de vida dos jovens . Que se manifesta hoje em todos os continentes, com diferentes manifestações . Para superar a negação do futuro dos jovens precisa de um novo modelo de desenvolvimento inteligentes guiadas por uma proteção biopolítica da vida.

Palavras chave: biopolítica, fracasso académico, evasão escolar, desenvolvimento inteligente
* Dr. en Filosofía. Profesor del Doctorado en Políticas y Gestión de la Educación Superior Universidad Nacional de Tres de Febrero, Argentina. perezlindo@gmail.com



La biopolítica supone un vínculo estrecho entre la evolución natural, la consciencia moral, la socialidad y el bienestar colectivo. No se pueden entonces disociar las políticas educativas y sociales de las funciones vitales. J. P. Changeux, Sobre lo verdadero, lo bello y el bien, Katz, Madrid, 2010


I.             Biopolíticas y desarrollo
Los ecologistas han señalado con acierto que la civilización industrial, capitalista o socialista, creó un antagonismo con la naturaleza y favoreció la destrucción de vida de diversas maneras: guerras, devastaciones, contaminación ambiental, destrucción de especies animales, genocidios, etc. En las últimas décadas la Humanidad está tratando de hacer un “giro vital” (no solamente ambientalista) para que los actores sociales protejan las condiciones de vida de los humanos y del resto del entorno natural.
El concepto de biopolítica comprende problemas bioéticos, discusiones sobre los alcances de las biotecnologías, replanteos sobre las condiciones de la vida humana, debates sobre el futuro de la robotización y la inteligencia artificial. Mientras la bioética atiende problemas de decisiones cruciales en casos determinados, la biopolítica es el campo donde se definen las grandes orientaciones para el mejoramiento de la vida en la sociedad, tanto en las relaciones sociales como en las relaciones con el medio ambiente.  
El término “biopolítica” fue acuñado por Michel Foucault en su libro “La voluntad de saber” en 1976. Aplicó este concepto para definir el nacimiento de nuevas prácticas políticas de las burguesías dominantes en la Europa occidental del XVIII. Estas prácticas consistían en planificar, controlar, el uso de los cuerpos y de la vida de los individuos en función de los objetivos económicos. O sea, la biopolítica como instrumento de control social y como herramienta para maximizar el potencial humano en función del crecimiento económico. 
El punto de vista que adoptamos nosotros comporta un giro semántico: el concepto de biopolítica en la actualidad constituye un campo de estudios y de principios que abarcan una variedad de problemas bioéticos, biotecnológicos, bioeconómicos, biosociales. Esto se refleja en la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO (2005) 
Se trata de la culminación de un proceso donde primero se buscó proteger los derechos individuales, luego los derechos sociales, luego las identidades culturales, las
mujeres, las minorías, el medio ambiente y finalmente las condiciones de vida. Desde este punto de vista entendemos que inclusive las políticas sociales deben adoptar un enfoque biopolítico para evitar que las campañas contra la pobreza o la exclusión o el hambre se conviertan en meros paliativos para mantener a las poblaciones en condiciones de supervivencia. Lamentablemente hemos visto en América Latina y también en África que las meras políticas de asistencia social no resuelven los problemas que se proponen enfrentar. Lo que está en juego es brindar posibilidades equivalentes de vida a todas las poblaciones.

II.           El fracaso escolar y académico como problema biopolítico

La sociología de la educación se ha ocupado mucho de la deserción escolar y los fracasos académicos en los últimos años. Como una de las respuestas aparecieron “políticas remediales” (incentivar a los alumnos, capacitar a los docentes) que no consiguieron superar el problema. Lo que muestran las experiencias de los países del sudeste asiático es que la motivación de alumnos y profesores crece y consigue resultados favorables cuando las expectativas de mejoramiento de las condiciones de vida son altas. Lo cual muestra que lo que está en juego va más allá de los problemas pedagógicos: se trata de adoptar estrategias de desarrollos congruentes con una “biopolítica” positiva.
El caso argentino puede servir para demostrar la insuficiencia de los enfoques “remediales” o “institucionales” cuando se trata de enfrentar un problema como el fracaso escolar o la deserción académica en gran escala.
De acuerdo con la “Síntesis de Información Estadísticas Universitarias Argentina de la Secretaría de Políticas Universitarias (www.me.gob.ar/spu) la tasa bruta de acceso a la escolarización superior en Argentina llega al 54,5% de la población de 18 a 24 años en 2014. Una tasa de escolarización superior bruta, que de acuerdo al rango de la OCDE (18-24 años) estaba por encima del promedio de América Latina (Brasil: 22,7%, Chile: 46.2%; Uruguay: 40,5%) [1]  
Ahora bien, hay que tener en cuenta que en el pasaje de la escuela primaria a la escuela secundaria se queda el 40% y luego se gradúa en la escuela secundaria un 40%. Por último, a nivel universitario se gradúa entre el 17% y el 25% de los ingresantes (FANELLI: 2015; GUADAGNI: 2001; EZCURRA: 2013; PARRINO: 2014).
En un análisis socio- estadístico tendríamos entonces una doble lectura: por un lado una gran accesibilidad a la educación en general y por otro lado un gran índice de fracaso escolar y académico. Lo que Ana María Ezcurra caracteriza con un oxímoron: “la inclusión excluyente” (EZCURRA: 2013)
Se han buscado múltiples explicaciones para este fenómeno: deficiencias de los docentes, déficits cognitivos y lingüísticos de los alumnos, condiciones sociales desfavorables, falta de políticas pedagógicas de las instituciones educativas. Lo cierto es que la deserción escolar constituye una catástrofe pedagógica y social.
Entre las explicaciones del fracaso escolar y académico podemos encontrar aquellas que atribuyen a una “lógica” del sistema escolar el fenómeno de la expulsión (drop-out) como parte de la exclusión social. (EZCURRA: 2013). Pero en el caso argentino lo extraño es que todos los gobiernos del período democrático (1983 – 2015) han proclamado sus intenciones de favorecer el acceso a la educación y de hecho lograron ampliar la pirámide educativa en todos sus niveles.
La deserción escolar y académica de los jóvenes no es un problema meramente “funcional” o meramente “pedagógico”. Se trata de una política que descuida o ignora el hecho de que los jóvenes necesitan una “biopolítica” específica para ser atendidos exitosamente en el sistema educativo y social. En este caso como en el de la discriminación de las mujeres o de los viejos o de las minorías étnicas, encontramos un “ocultamiento”, una “opacidad” del problema.
Se trata de un problema que ya había señalado UNICEF en su informe de 2007 sobre “La violencia contra los niños, niñas y adolescentes. Magnitud y desafíos para América Latina. Resultados del estudio mundial de violencia” [2] Alli se afirma: “según estimaciones disponibles, cada año más de 6 millones de niños/as sufren abuso severo de en los países de la región y más de 80.000 mueren a causa de la violencia doméstica”. [3]
¿Vamos a redescubrir el tema “generacional” que estuvo en el centro de los movimientos juveniles de los años de 1968 y 1970? Aquí no se trataría simplemente de los jóvenes que quieren renovar el poder o transformar la sociedad. Aquí se trata de explicitar las actitudes que los responsables de las instituciones tienen respecto al destino escolar de los niños y jóvenes. Y esto involucra tanto a los responsables del Estado como a los dirigentes de entidades privadas o de los sindicatos. En general no se “visibiliza” el daño a futuro que las prácticas institucionales tienen sobre el desempeño escolar y social de los niños y jóvenes.
En cierta manera se trata de una “denegación del futuro” que los adultos tienen respecto a los menores. Algo que el psicoanalista Arnaldo Ravkovsky interpretaba como una tendencia al “filicidio”. (RASCOVSKY: 1984: 1992). Según su expresión más categórica “El asesinato de los hijos está en el origen de nuestras culturas”. [4] El descubrimiento del “síndrome del niño apaleado” en 1962 le dio los primeros indicios para sostener sus tesis.
Podemos encontrar distintas evidencias en cuanto a la persistencia de procesos psico-sociales que configuran una “biopolítica”. Procesos que niegan u ocultan la situación real de los niños, adolescentes y jóvenes en cuanto a sus posibilidades de inserción y de éxito escolar. En este artículo nos referimos en particular al caso de los estudiantes universitarios pero esto puede aplicarse a otros niveles de la educación.

III.         La biopolítica universitaria y el fracaso académico

         Mi desempeño durante más de veinte años como profesor titular de Filosofía en el Ciclo Básico Común (CBC)  de la Universidad de Buenos Aires (1985 – 2006) donde ingresan anualmente más de 40.000 estudiantes, me permitió observar que los profesores prestan atención a los problemas de aprendizaje tratando de enfrentar o de sortear los déficits cognitivos de los alumnos. Por ejemplo, se creó un Taller de lecto-escritura para compensar los déficits de competencias lingüísticas de los alumnos. El CBC también pretendía reforzar las competencias argumentativas y la cultura científica con una Introducción al Pensamiento Científico. O sea que existe una consciencia de las dificultades manifiestas de los alumnos para realizar con éxito sus estudios. Pero ni la universidad ni los profesores tuvieron entre sus funciones el propósito de orientar psico-socialmente a los estudiantes en sus dificultades de aprendizaje o de inserción en los estudios. La institución solo puede ofrecer alternativas metodológicas o curriculares pero no tiene asumido la necesidad de ocuparse de la situación de vida de sus alumnos.
De hecho, la “socialización” de los alumnos del CBC se produce de manera intermitente pues deben concurrir a sus aulas en horarios acotados y alejarse para dejar lugar a los ingresantes de otros turnos. Este es el movimiento que se produce entre los distintos turnos entre las 7 horas de la mañana y las 10 de la noche. Para un estudiante recién egresado del secundario, para un estudiante extranjero, para un estudiante que trabaja, para un estudiante con discapacidades, esto significa que nadie se ocupará de sus dificultades para abordar con éxito el estudio. La masificación impide personalizar la atención de los problemas individuales.
 Estudiantes dotados para analizar problemas complejos suelen abandonar porque no encuentran una orientación psico-pedagógica-social adecuada. Ni hablar de jóvenes con problemas de adicciones, prostitución, discapacidades, o de hábitat.
Normalmente, entonces, abandona el 40% de los ingresantes en el primer año y de la misma cohorte sigue abandonando otro 10% entre los que reingresan al año siguiente. La “desatención” del ingresante resulta congruente con la desatención que se encuentran en otras instancias del sistema educativo donde los problemas vitales pasan a segundo plano o no se explicitan nunca. Todo se reduce, en el mejor de los casos, a cuestiones metodológicas, didácticas o funcionales.
¿Por qué se produce esto? Porque el sistema no está teniendo en cuenta las motivaciones, los contextos, las necesidades de los alumnos. Los operativos de evaluación de la calidad de la enseñanza a nivel nacional suelen buscar respuestas en las fallas de gestión institucional o en las fallas de los profesores mal preparados. Se refuerza el currículo, se imparten cursos de capacitación, se proponen nuevas didácticas. Pero nadie propone un abordaje de la “situación de vida”, de los problemas que afrontan existencialmente los jóvenes.
Se cree que la Universidad debe ocuparse de impartir cursos para estudiantes capacitados para aprender. La mayoría de los profesores piensa que no le incumbe ni a ellos ni a la universidad ayudar a los alumnos a enfrentar los problemas de inserción en la vida adulta independiente o de brindarles alguna orientación en sus problemas con la droga, el sexo, la discriminación, la discapacidad o el desamparo habitacional. De hecho, tampoco se ocupan de las dificultades de aprendizaje pues raramente existe una orientación psico-pedagógica en las universidades.
Con estas observaciones estamos queriendo argumentar que la universidad no se ocupa ni de las condiciones de vida ni de las dificultades vitales que enfrentan los estudiantes. ¿Qué hacer si sabemos que un número significativo de alumnas ejerce la prostitución para pagarse los estudios? ¿Qué hacer si sabemos que un porcentaje superior al 10% de los estudiantes se droga? ¿Qué hacemos si sabemos que muchos han perdido o no han tenido un capital lingüístico suficiente para estudiar distintas materias? Estas y otras cosas a veces se saben pero la institución y los profesores consideran que no son de su incumbencia.
Aquí es donde se percibe una manera institucional de pensar que va a tener consecuencias negativas para los alumnos. La “neutralidad” o el desinterés frente a los problemas reales de los estudiantes llevan inevitablemente a reproducir los fracasos académicos. Siguiendo los análisis de Pierre Bourdieu en “La reproducción” (BOURDIEU: 1998) se puede decir que el sistema escolar funciona como un mecanismo de segregación y discriminación. No todos deben llegar a graduarse porque la división del trabajo y las desigualdades requieren que un alto porcentaje realice las tareas menos gratificantes. La “escuela” reproduce las desigualdades.
Aunque no compartimos el determinismo pesimista nos parece significativo observar que entre 1983 – 2015 en Argentina el acceso a la universidad se expandió significativamente mientras que la tasa de graduación permaneció casi constante en un bajo nivel.  En efecto, de acuerdo a datos de la Secretaría de Políticas Universitarias la matrícula de la Educación Superior pasó de 481.746 alumnos en 1980 a 2.447.537 en 2010. O sea, se multiplicó más de cuatro veces. [5] Pero entre 1960 – 2010 la tasa de graduación oscila entre el 7% si se compara el número de estudiantes por el número de egresados y el 30% si se comparan ingresantes con egresados. La inercia social parece imponerse de manera constante a pesar de las crisis y cambios de gobierno.
IV.          ¿Qué hacer con los jóvenes?
            La socialización de los jóvenes está en el centro de los dilemas que afronta la sociedad actual. En Europa Occidental cerca del 25% de los jóvenes menores de 24 años ni estudia ni trabaja. En Corea del Sur no saben qué hacer con los jóvenes graduados sin trabajo. En los países de África, Medio Oriente o la India el porcentaje de jóvenes menores de 30 años supera el 25% y muchos se ven obligados a emigrar. Si en términos biológicos el futuro de la Humanidad depende de las nuevas generaciones es evidente que el orden mundial vigente no está funcionando para darles un lugar en el mundo.
En 2012 China se graduaron siete millones de estudiantes universitarios sextuplicando el número de graduados en 1992, cuando recibieron su diploma un millón doscientos mil estudiantes. Ahora, no consigue trabajo alrededor del 20% de los graduados entre 21 y 25 años.[6]  Situaciones parecidas o más dramáticas se presentan en África, en Europa, en América Latina, en el Medio Oriente. Más de 60 millones de personas cruzan las fronteras cada año en busca de trabajo y entre ellos un porcentaje cada vez más alto tiene estudios superiores.
         Tanto en lo que concierne a la graduación universitaria como a la empleabilidad el tema es la socialización de los jóvenes en un mundo donde las relaciones sociales están siendo amenazadas por distintos procesos: la globalización, la informatización de las organizaciones sociales, el incremento de las desigualdades, la desintegración de los estados y sociedades. La des-socialización se manifiesta en la crisis de los vínculos familiares y sociales. En ciudades como Buenos Aires, Tokio o Nueva York cerca del 40% de la gente vive sola.
         Los ecologistas afirman con razón que ha llegado la hora de compartir las posibilidades de vida entre todos. A diferencia de otras épocas donde los desequilibrios podían circunscribirse lo característico del momento que vivimos es que los desequilibrios económicos, ecológicos y sociales ponen a todo el mundo en peligro.  De allí la metáfora del aletear de la mariposa que desde un punto del planeta puede afectar a la otra punta del mismo. Es la metáfora de la Aldea Global que McLuhan vinculaba en su momento con el despliegue de los medios de comunicación.
         Si nos centramos en el destino de los jóvenes, que representan el futuro de la Humanidad, es evidente que deberíamos colocar al problema de la socialización en el centro de las políticas educativas y universitarias. Más allá del diploma que cada uno pueda obtener lo importante es asegurar que cada joven encuentre una manera de insertarse dignamente en la sociedad. Es un error creer que hay un déficit de diplomados, hay excedentes a escala planetaria. Y esto porque, además, los gobiernos y los actores sociales no están percibiendo las nuevas condiciones para la inserción social de los jóvenes y de las personas en general.
         Desde este punto de vista el problema no sería tanto la deserción académica o el abandono escolar sino la pérdida de posibilidades de inserción social. En este sentido países como Alemania o Francia, brindan becas a jóvenes para que puedan seguir estudiando hasta los 35 años. Además del sentido social de esta política se encuentra el hecho de que en la economía del conocimiento el estudiante forma parte de un conglomerado que sostiene una economía avanzada.
         Si pensamos seriamente la inserción social de los jóvenes a través de la educación deberíamos adoptar biopolíticas tendientes a enfrentar las condiciones de vida de los jóvenes, a resolver las dificultades de aprendizajes mediante estrategias formales o informales (por ejemplo: programas de apoyo para el aprendizaje por vía telefónica o por Internet). También deberían existir fuertes programas de becas y políticas de bienestar estudiantil que permitan evitar las situaciones de drogadicción, prostitución, desamparo o marginación.  
         Se habla de fortalecer el capital intelectual y el capital social de una sociedad en los modelos de desarrollo actuales. Deberíamos pensar más profundamente en el patrimonio vital que representan los jóvenes para el futuro de la Humanidad. Los fracasos escolares y académicos constituyen un atentado al proyecto de vida de la sociedad. Nos son meros accidentes pedagógicos.
         En la definición clásica que Emilio Durkheim diera de la educación encontramos que:
“La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que no son aún maduras para la vida social. Ella tiene por objeto suscitar y desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él tanto la sociedad política en su conjunto como el medio especial al que está particularmente destinado”. (Durkheim: 1980: 51)
En los sistemas educativos se han venido imponiendo prácticas que privilegian la transmisión de los contenidos por sobre las actitudes personales, éticas, sociales. Ahora estamos descubriendo que hay que volver a fortalecer las funciones socializadoras de la educación. Entre otras cosas porque de la capacidad para crear ciudadanía e inclusión social depende el bienestar y el futuro de las sociedades.
         Todos intuimos o sabemos que el sistema mundial está en crisis. Por las razones que cada uno puede invocar los modelos económicos han fracasado. Los sistemas sociales se encuentran amenazados, aún en las sociedades más ricas. Necesitamos un nuevo modelo mundial de desarrollo que coloque a la economía y a las estructuras sociales al servicio de la vida de las personas. Parecería lógico pensar en biopolíticas para el bien-vivir, para el bienestar de las poblaciones, como se enuncia en las constituciones de varios países de América Latina. Desde este punto de vista el problema de las deserciones o fracasos académicos debería afrontarse de una manera más específica teniendo en cuenta las condiciones de vida de los estudiantes.
V.             Políticas de inclusión y desarrollo
         Se han hecho intentos valiosos en América Latina durante las últimas décadas para favorecer la inclusión social mediante la educación. La escolarización creció enormemente en todos los niveles. La sociedad se enriqueció con millones de ciudadanos instruidos que se incorporaron a la vida activa. En otros continentes ocurrió algo parecido. Sin embargo, las nuevas generaciones instruidas encontraron fuertes barreras para encontrar empleos satisfactorios o acordes con sus estudios. Los modelos de desarrollo y las desigualdades existentes bloquean sus realizaciones personales y los arrojan en muchos casos a la emigración en busca de nuevos horizontes.
         En la Declaración de Naciones Unidas sobre el derecho al desarrollo (diciembre de 1986) leemos en el art. 2 que “Todos los seres humanos tienen individual y colectivamente, la responsabilidad del desarrollo teniendo en cuenta la necesidad del pleno respeto de los derechos humanos y libertades fundamentales así como sus deberes con la comunidad.” Evidentemente, este mandato supone una actitud bioética y una biopolítica vinculada con un modelo de desarrollo congruente con el propósito enunciado.
         A escala global no hay futuro para los jóvenes si no existen modelos económicos y sociales congruentes con el propósito de brindar igualdad de oportunidades de vida.  Por un lado, es evidente que se necesitan estrategias de crecimiento con uso intensivo de conocimientos para que los jóvenes instruidos puedan encontrar un lugar adecuado. Por otro lado, también es evidente que las enormes desigualdades tienden a reproducir los mecanismos de exclusión. Por eso, el futuro depende de cambios en el orden económico mundial y de la instalación de modelos de desarrollo inteligentes y solidarios.








BIBLIOGRAFIA
-       BAUDELOT, Ch. ; LECLERCQ, F. (dirs.) (2008) Los efectos de la educación,  del estante editorial, Buenos Aires
-       BOURDIEU, P. ; PASSERON, J.-C. (1996). La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza, Fontamara, México
-       BUVINIC, M.; MORRISON, A.; ORLANDO, M.B. (1999) “Violencia, crimen y desarrollo social en América Latina y el Caribe”, Washington : BID
-       CEPAL – UNESCO (1992) Educación y conocimiento: eje de la transformación productiva con equidad, Santiago de Chile, Naciones Unidas
-       CHANGEUX, J.P. (2010) Sobre lo verdadero, lo bello y el bien. Madrid: Katz
-       DE FELIPPIS, I. (comp.) (2011) La exclusión en la inclusión,  Universidad Nacional de La Matanza, Buenos ]Aires
-       DURKHEIM, E. (1980) Education et sociologie. Paris : Presses Universitaires de France
-       EZCURRA, A.M. (2013) Igualdad en educación superior. Un desafío mundial,  Universidad Nacional de General Sarmiento, Buenos Aires
-       FANELLI, A. M. 2015, La cuestión de la graduación en las universidades nacionales de la Argentina. Indicadores y políticas públicas a comienzos del siglo XXI, Propuesta educativa, n.43, año 24, Buenos Aires, junio 2015
-       GUADAGNI, A. (2011) Otra escuela para el futuro, Siglo XXI, Buenos Aires
-       NACIONES UNIDAS (1986) Declaración de Naciones Unidas sobre el derecho al desarrollo, Naciones Unidas, Nueva York
-       PARRINO, M. C. (2014) ¿Evasión o expulsión? Los mecanismos de la deserción universitaria, Biblos, Buenos Aires
-       PEREZ LINDO, A. (2010) ¿Para qué educamos hoy? Filosofía de la educación para un nuevo mundo, Biblos, Buenos Aires
-       RAPES (RED ARGENTINA DE POSTGRADOS EN EDUCACIÓN SUPERIOR) (2011) Ensayos e investigaciones sobre la problemática universitaria, Universidad Nacional de San Luis, San Luis
-       RASCOVSKY, A. (1984) La universalidad del filicidio, Legasa, Buenos Aires
-       RASCOVSKY, A. (2008) El filicidio: la agresión contra el hijo. FUNDASAP, Buenos Aires
-       TEDESCO, J.C. (2012) Educación y justicia social en América Latina, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires
-       UNESCO (2005)  Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, UNESCO, UNESCO  







[1] Ver comparaciones en : IESALC –UNESCO (2006) Informe sobre la Educación Superior en América Latina y el Caribe 2000-2005 del IESALC – UNESCO, Caracas
[2] Ver: https://www.unicef.org/lac/Conferencia_Sub-Regional__Intervencion_Nils_Kastberg(4).pdf
[3] Violence in Latin America and the Caribbean. A Framework for Action. Technical Study Sustainable Development Department Inter-American Development Bank. 1999. Citado por el Informe UNICEFF 2007 antes mencionado.
[4] Ver reportaje en: El PAIS, 24.01.13
[5] Fuentes: Anuarios de Estadísticas Universitarias de la Secretaría de Políticas Universitarias e informes de la DINECE del Ministerio de Educación.
[6]  Diario La Nación, 24.11.13, nota de Guillermo Bravo. El portal de Universia señala que la situación se ha agravado.Ver:
http://noticias.universia.net.co/en-portada/noticia/2013/08/09/1041881/50-jovenes-profesionales-chinos-estan-desempleados.html