Augusto PÉREZ LINDO, Dr.
en Filosofía. Profesor Titular de Filosofía de la UBA – 1987 – 2006. Profesor
del Doctorado en Políticas y Gestión de la Educación Superior de la UNTREF.
Autor entre otras obras de: Mutaciones.
Escenarios y filosofías del cambio de mundo (Biblos, 1993), Cambios en la consciencia histórica
(Eudeba, 1999), El mundo en vísperas.
Filosofía y consciencia histórica (Biblos, 2012)
LA
BIOÉTICA FRENTE AL NIHILISMO GLOBAL
Publicado
en: Temas de Derecho de Familia,
Sucesiones y Bioética, Buenos Aires, mayo 2017, pp. 339 – 346
Tal
como todo lo que vive se autorregenera en una tensión incoercible hacia su
futuro, así todo lo humano regenera la esperanza regenerando su vivir; no es la
esperanza lo que hace vivir, es el vivir que crea la esperanza… Edgar Morin, Tierra Patria, 1993
Estamos
presenciando el surgimiento de una ética nueva e innovadora: se trata de la
ética de la ciudadanía biológica y la responsabilidad genética. … hemos
ingresado a la era de la política vital … Nikolas Rose, Políticas de
la vida. Biomedicina, poder y subjetividad en el siglo XXI, 2012
1. Las mil caras del nihilismo social
Las
sociedades actuales viven crisis donde proliferan los comportamientos agresivos
y de negación de la sociabilidad. Las situaciones de exclusión, de pobreza, de
violencia criminal, los distintos tipos de guerra en curso, el incremento de la
violencia doméstica y del bullying
escolar manifiestan la crisis de la socialidad, del contrato social o de los
valores que sostienen la convivencia humana. La respuesta a estos escenarios la
podemos encontrar en una nueva cultura bioética. Este es el tema de este
artículo.
Los
atentados terroristas suelen conmover a la opinión pública en todo el mundo.
Sin embargo, el espectro de las violencias es mucho más amplio. En su Informe sobre la violencia y la salud
(2002) la Organización Mundial de la
Salud señalaba desde el comienzo:
No hay país ni comunidad a salvo de la
violencia. Las imágenes y las descripciones de actos violentos invaden los
medios de comunicación. Está en nuestras calles y en nuestros hogares, en las
escuelas, los lugares de trabajo y otros centros. En un azote ubicuo que
desgarra el tejido comunitario y amenaza la vida, la salud y la felicidad de
todos nosotros. Cada año, más de 1,6 millon de personas en todo el mundo pierde
la vida violentamente. [1]
Otro
testimonio impactante es el Informe
mundial sobre la violencia contra los niños y las niñas de UNICEFF en 2003[2] donde se afirma que en
2002 se calculaba en 53.000 el número de homicidios de niños y niñas en todo el
mundo. A su vez se menciona la Encuesta
Global de Salud en la Escuela de la Organización Mundial de la Salud para
afirmar que en 2002 unos 150 millones de niñas y 75 millones de chicos menores
de 18 años habían sufrido relaciones sexuales forzadas.
Por
su lado, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito sostiene
que en 2012 cerca de 437.000 personas perdieron la vida a causa de homicidios
dolosos en todo el mundo.[3] Entre otros aspectos de este informe se puede
destacar que en Asia 19.700 mujeres fueron asesinadas por sus propias parejas o
familiares y en América un número de 6.900.
Todos
estos datos muestran el espectro impresionante y diverso de las violencias
actuales. A lo cual podríamos agregar que el número de muertes relacionadas con
las drogas en 2014 se calculaba en 207.400 personas.[4]
Estos
simples y dramáticos datos nos ponen ante una evidencia: los comportamientos
violentos forman parte de la cultura y de las relaciones sociales en el mundo
actual. Es por esto que hablamos en este artículo de “nihilismo global”.
Entendemos en este caso el “nihilismo“ como la negación de los principios de
convivencia, como la negación de la socialidad y de la vida misma. Y es por el
alcance de este fenómeno que proponemos analizar estas situaciones desde la
perspectiva de una “biopolítica” donde la bioética
puede aportar conocimientos y líneas de acción para enfrentar estas patologías
de las sociedades actuales.
2. La violencia y sus causas
El
terrorismo y las guerras motivadas por razones políticas, étnicas o religiosas
ocupan un lugar destacado por la espectacularidad de las muertes que provocan.
Muchos creen que estos fenómenos constituyen la amenaza principal para la vida
de los pueblos. Sin embargo, cuando uno analiza las estadísticas de los
homicidios ligados a la delincuencia y el narcotráfico , los casos de bullying en las escuelas, la violencia doméstica , los conflictos tribales o los suicidios de
jóvenes, uno se pregunta si todos estos fenómenos no evidencian un problema
mayor.
Al
principio del siglo XX Emile Durkheim elaboró el concepto de “anomia” para
explicar porqué en las grandes ciudades de Europa una parte de los
migrantes que venían del medio rural se convertían en individuos marginales y
agresivos. La revolución industrial tenía como uno de sus efectos provocar
desarraigos y crisis en las estructuras familiares del nuevo proletariado que
se formaba en las periferias de las ciudades.
En
el marxismo y el anarquismo ya se habían formulado otras interpretaciones.
Desde el Manifiesto Comunista de 1844 Karl Marx interpretaba que el capitalismo
estaba creando una nueva economía y una nueva sociedad que transformaba las
relaciones sociales. Tuvo el presentimiento de que con las nuevas formas de
producción de la sociedad “todo lo real se diluye en el aire”. Un anticipo de
lo que en tiempos actuales Zygmunt Bauman denomina la “sociedad líquida”, o
sea, un mundo donde nada permanece estable, donde todo cambia permanentemente. [5]
Los
anarquistas no le echaban la culpa a la división de clases sino a las
relaciones de dominación, al ejercicio del poder. Para ellos es la institución
del Estado como legitimador de las relaciones de dominación y de los valores de
una sociedad injusta lo que sostiene las desigualdades, desequilibrios y
violencias. Desde su punto de vista la moral instituida no era más que una cobertura
ideológica para que los pobres y los dominados aceptaran la sumisión. En
consecuencia, sostuvieron que era correcto ejercer la contra-violencia por todos los medios
frente al Estado opresor y las clases
dominantes.
Como
teóricos del nihilismo político, o sea, la negación de toda forma de poder
establecido, los anarquistas admitían todo tipo de violencia social incluyendo
el terrorismo para luchar contra los opresores. Pero fueron conscientes de que
había que poner ciertos límites éticos y tratar de evitar el daño a las
personas ajenas al conflicto: parientes, niños, ciudadanos comunes.
Fueron
también los anarquistas los que destacaron con agudeza que los principales
hechos de violencia masiva apelando a cualquier medio provenían de los Estados.
El terrorismo estatal, bajo formas legitimadas o no, como en las guerras,
implica justificar el asesinato político, los secuestros, torturas, matanzas
colectivas, campos de concentración, encarcelamientos injustos y otras
prácticas. Durante los últimos cien años hemos visto desfilar con todas sus variantes
ideológicas sistemas colonialistas, imperialistas, totalitarios, autoritarios,
represivos.
En La violencia y sus causas (1981) [6] un grupo de sociólogos, biólogos, psicólogos,
antropólogos, historiadores y politicólogos convocados por la UNESCO intentaron
definir las causas de los fenómenos violentos. La primera conclusión surgió
rápidamente a través de las miradas de diversos especialistas: se trata de un
fenómeno multicausal.
Las
negaciones de la sociabilidad, de la convivencia y de la solidaridad son tan
abundantes en el mundo actual que nos llevan a pensar que se trata de un
“fenómeno global”. Algunos consideran que la exclusión social en la era de la
globalización es la fuente principal de las violencias actuales.[7] En efecto, más de mil
millones de personas se encuentran en las categorías de pobres, indigentes y
excluidos en la población mundial. Solamente en América, del Norte y del Sur,
podemos estimar en más de 300 millones las personas afectadas.
La
destrucción de la socialidad, que
otros denominan desintegración o desligación
social, se manifiesta en América Latina con los altos índices de pobreza y desigualdad
social pero también con el alto porcentaje de familias monoparentales (10 a 20%
de las familias son sostenidas exclusivamente por la madre). Otro dato nos
señala que la des-socialización se manifiesta
en el aislamiento de los individuos: cerca
del 40% de personas viven solas en las grandes ciudades como Nueva York, Tokyo,
Buenos Aires, San Pablo, México, etc.
Algunos psicólogos hablan de “crisis
vincular”. Los psicoanalistas que siguen a Freud recuerdan que éste ya hablaba
de la “pérdida de los registros simbólicos” en el artículo sobre “El malestar en la cultura” de 1939. Hoy
percibimos en efecto que hay crisis en los vínculos familiares que hay pérdida
de valores, de códigos morales y de consciencia ciudadana. Por otro lado, los
medios de comunicación relativizan la
violencia y los hechos perversos. Muchas veces exaltan las acciones
violentas y transgresoras. Las nuevas
generaciones aprenden que la
transgresión ética o legal es aceptable.
Las teorías
tradicionales ya no pueden explicar el auge de la violencia escolar donde niños
o niñas son acosados, violados, agredidos o asesinados por razones triviales
por sus propios pares. Argentina que cuenta con más de 36.000 establecimientos
escolares experimenta cerca de 60 mil hechos de violencia escolar que
comprenden agresiones escritas y verbales, por coacción física, con armas
blancas y de fuego, por medios electrónicos (bullying virtual y grooming).
Según encuestas de Uniceff el 60% de los alumnos fue testigo de hechos de
agresión en la escuela.
En Estados
Unidos la violencia escolar afecta a unas 600.000 mil personas, en Francia a
unas 400.000, en Brasil a más de
200.000. A veces la violencia se extiende hacia los profesores. En Paris un
sindicato docente llegó a ofrecer cursos
de autodefensa para profesores de colegios secundarios. De hecho muchos
profesores han optado por esta opción en todas partes.
Si
pasamos del campo escolar al familiar observamos que se incrementa el número de
acosos y agresiones a mujeres en América, en Europa, en Asia. El asesinato de
mujeres aumentó.[8]
No solo eso. Estamos observando que en
Argentina un individuo despechado no
solo intenta asesinar a su pareja sino también a los hijos y parientes.
En
el mundo de la delincuencia también se modificaron los códigos. Antes
prevalecían los robos sin homicidio. Ahora por un robo menor se puede matar a
cualquiera. La intervención de menores de 18 años en los delitos creció exponencialmente
en Argentina y América Latina. En Brasil las causas externas de moralidad de
menores de 0 – 19 años pasó de 6,7% en 1980 a 29% en 2013. [9] . Varias películas exponen
la tragedia de la delincuencia infantil y adolescente en la región, entre otras:
“Peixote”, “La Virgen de los Sicarios”, “Cidade
de Deus”.
No
hay límites para agredir o matar a cualquier persona, sea niño o anciano,
docente, médico o sacerdote, pobre o desprotegido. No hay reglas. Todo vale.
Por lo tanto, nada vale. El nihilismo social avanza. La agresión se extiende a
los medios de comunicación y a las redes virtuales. Robos, secuestros y
agresiones virtuales sorprenden a todo el mundo.
En
la dimensión de los conflictos políticos y sociales es donde encontramos las
situaciones que nos parecen más espectaculares. Los crímenes de los
narcotraficantes en América Latina o en África forman parte de la filmografía
contemporánea. Los atentados terroristas de los integristas islámicos sacuden
la opinión pública en los cinco continentes.
3.
El concepto del nihilismo global
Proponemos como hipótesis verosímil que
las violencias actuales están relacionadas con las mutaciones bio-sociales tecno-científicas, económicas, sociales y
culturales.[10]
Las mutaciones en curso tienen como
efectos colaterales el deterioro de los vínculos sociales, del medio ambiente y
el debilitamiento de los códigos bio-éticos. Las negaciones de los principios bio-éticos
en las relaciones sociales configuran el nihilismo global, que abarca los
comportamientos interpersonales y con el medio ambiente.
La
violencia es global en el sentido geográfico y en el sentido integral. Abarca
todas las dimensiones de la vida humana. Nadie escapa de las amenazas, no hay
inocentes, nadie es inmune.
El concepto de “nihilismo global”
significa que en todos los órdenes de la convivencia humana actual se ha
extendido la capacidad para negar la vida del otro, para excluir, para matar,
para violentar a los demás. Es probable que la capacidad para
agredir, o la agresividad, tenga una base natural. Sin embargo, la Humanidad en
el curso su evolución creó mandamientos, normas y valores para asegurar la convivencia social. En la actualidad podríamos preguntarnos si nos
aproximamos a una etapa “poshumana” o “poshistórica” donde los fundamentos del
Estado y la sociedad se derrumban. [11]
Todos
nos conmocionamos con los atentados o prácticas violentas de los integristas
islámicos que toman como blancos a cualquier grupo humano en aeropuertos,
escuelas, centros comerciales o edificios públicos. Atacar personas ajenas a un
conflicto revela la insignificancia que se asigna a la vida humana. Pero la
violencia política es apenas un aspecto del nihilismo global.
Desde
la Primera Guerra Mundial (19l4-19l8) se hicieron acuerdos para preservar las
poblaciones civiles y prohibir armas bioquímicas de aniquilación masiva. Luego
de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se proclamó la Declaración Universal
de los Derechos Humanos en 1948 y una serie de convenios internacionales para fortalecer el respeto de la
dignidad humana.
En
varios momentos se tuvo la esperanza de que estos acuerdos podían dar lugar a
un orden mundial más justo y respetuoso de la vida humana. Pero a pesar de los
convenios ético-políticos mundiales hoy podemos constatar que se vienen quebrando
en distintos escenarios los límites morales en distintos países y en diversas
situaciones de conflicto.
Muchos
reconocen que en el “contexto de aplicación” el respeto de los derechos humanos
ofrece muchas resistencias. En muchos estados no se respeta el derecho a la
vida, la libertad de consciencia, la libertad de asociación, el acceso a una
alimentación básica, la libertad de opinión y otros principios. Se ha tratado a
veces de relativizar el alcance de los principios de los Derechos Humanos invocando
necesidades del Estado, las tradiciones culturales o las creencias religiosas. Estos
argumentos se han revelado insostenibles frente al consenso moral que proponen
los convenios internacionales.
Por
otro lado, muchas situaciones relativas a la “violencia social” provienen de
las familias, comunidades, tribus,
asociaciones religiosas, políticas, culturales o deportivas. Las “mafias”, “tribus
urbanas”, las “bandas”, “barras” y otros grupos son agentes de socialización
que crean códigos violentos. Los agentes tradicionales de integración social
(Estado, escuelas, partidos, iglesias, clubes, familias, sindicatos) han dejado
el lugar muchas veces a los nuevos actores sociales.
Este
panorama nos lleva a distinguir entre la violencia estatal y la violencia
social. Ambas pueden estar conectadas en los estados autoritarios. Pero hay que
tener en cuenta que algunas tradiciones (como la ablación del clítoris de las
mujeres en algunos países de África, o la ejecución de mujeres por infidelidad,
o la persecución a individuos de distinta raza o categoría social) constituyen
barreras poderosas para la humanización de las relaciones sociales.
Hay
que agregar a estas situaciones la influencia de las Tecnologías de la
Información y la Comunidación (TIC) que estimulan la formación de imaginarios
colectivos impregnados de violencia. En los medios normalmente no hay límites
para publicitar lenguajes y acciones violentas, agresivas, destructivas. Los
niños acceden a mensajes repetidos de agresión. Las series de video-juegos
violentos y de guerra se multiplican. El imaginario violento ha ganado terreno en
todas las sociedades y se transmite rápidamente a la realidad.
El
culto de lo siniestro se manifiesta en películas, series televisivas o
video-juegos. También se expresa en la formación de tribus urbanas que se
denominan “cadáveres de niños”, “masacre”, “skin heads“, “angeles diabólicos”,
etc. A menudo la crónica policial muestra como los jóvenes pasan del imaginario
a la realidad matando a sus compañeros en un ataque escolar o en la salida de
un club nocturno. Desarmar, en sentido lato y en sentido figurado, los
imaginarios violentos requiere acciones culturales y sociales muy amplias.
4. De la bio-ética a las biopolíticas
Tomar
consciencia del nihilismo global que
sufren las sociedades actuales debería uno de los objetivos primeros de
las políticas sociales, culturales y educativas. ¿Pero, cómo implementar una biopolítica
tendiente a crear una nueva cultura de respeto a la vida? ¿Qué lugar ocupa en el currículo escolar la
formación de actitudes de respeto a la vida humana? Deberíamos preguntarnos
antes todo si la escuela se ocupa de la “formación en valores” y de las
actitudes básicas como la solidaridad, el respeto, la responsabilidad social.
La
formación de actitudes favorables para el respeto de la vida y de los
semejantes debería ocupar un lugar relevante en el currículo escolar. En muchas
escuelas los alumnos no aprenden ni a pensar ni a convivir, decía Ivan Illich
en los años de 1970 cuando defendía la necesidad de la “desescolarización”. Las
evaluaciones escolares muestran que la motivación, el respeto, la
responsabilidad y el compromiso son actitudes decisivas para el éxito de los
alumnos.
Podemos
decir que en la formación de los niños y niñas escolarizadas lo que importa
sobre todo es la transmisión de valores y actitudes favorables a la convivencia
(el aprender a ser, el aprender a convivir, como reclama la
UNESCO) y al respeto de la vida. Asumir esto implica una revisión profunda de
la actividad escolar y de la preparación de los docentes. Actualmente lo más difícil no es transmitir informaciones y
conocimientos porque en muchos casos los sistemas de información facilitan esta
tarea, sino transmitir un sentido bio-ético-social.
Las
sociedad actuales tienden a la escolarización básica universal. Habría que
lograr que la enseñanza bio-ética forme parte del curriculo en todos los
niveles de la educación. Porque está en juego la socialidad, la convivencia
entre los seres humanos de todo el planeta. Ahora bien, una biopolítica de esta
naturaleza requiere acciones en diversos planos. Por de pronto, sería necesario
un Pacto Internacional para un
Desarrollo Solidario que asegure alimentación y condiciones básicas de vida
a todo el mundo. Esto ya ha sido propuesto en Naciones Unidas por distintas
instituciones y personalidades.
Sabemos
que la agresividad y la crisis de la socialidad están presentes en sociedades desarrolladas
y subdesarrolladas. Esto muestra que no
siempre son las condiciones económicas las que empujan hacia el nihilismo
social. Los suicidios son altos en sociedades como las de Japón o Suecia. Los
suicidios juveniles son los que más llaman la atención porque se trata de
individuos que normalmente se encuentran en pleno crecimiento. La OMS sitúa a
la Argentina en primer lugar con mayores índices de suicidios adolescentes en
América Latina. Vienen después Venezuela, México, Brasil.
En
2005 la UNESCO proclamó la Declaración
Universal sobre Bioética y Derechos Humanos. De este documento surge que no se puede disociar la lucha por los
principios de los derechos humanos de las normas que orientan a los actores
sociales que intervienen en temas de la salud y la vida de la salud humana.
Lo difícil no es ponerse de acuerdo sobre los principios
de la bioética. Lo difícil es ponerse de
acuerdo sobre la implementación de políticas que permitan asegurar una
convivencia feliz entre las personas. Este debería ser el núcleo principal
de toda actividad política: asegurar que los ciudadanos pueden convivir
felizmente. Este principio figura en la Constitución de algunos países. En Ecuador
desde la reforma constitucional de 2008 se introduce el principio del “buen
vivir” como eje del desarrollo social.
Diversos países y comunidades han ensayado crear una
nueva cultura política donde la búsqueda de la felicidad o el buen vivir para
todos está en el centro de las decisiones estatales y sociales. La bioética debería
crear orientaciones para sustentar biopolíticas que permitan enfrentar el
“nihilismo global”. ¿En qué medida un sistema económico, social o político
atenta contra la vida de las personas?
Ciertas intervenciones médicas y sanitarias se han
revelado decisivas para mejorar las condiciones de vida de los niños o de los
sectores más vulnerables. La seguridad o el bienestar de muchas personas
depende de decisiones adecuadas de los funcionarios judiciales. Las políticas
sociales tienen a veces un alcance limitado porque no tienen en cuenta las
condiciones de vida de las personas asistidas. Esto muestra que se necesita
desarrollar una cultura bioética que involucre a médicos, psicólogos, abogados,
jueces, asistentes sociales, funcionarios estatales o dirigentes comunitarios.
Todo esto implica resignificar el sentido de la bio-ética
para convertirla en la base de biopolíticas extendidas a toda la sociedad.
Porque lo que está en peligro es la convivencia social y la vida de las
personas. Se necesitan políticas
específicas para proveer viviendas dignas, atención sanitaria adecuada, acceso
universal a la educación, trabajos dignos, igualdad de oportunidades. La
justicia y la seguridad también importan. Pero todo esto puede enmarcarse en el
propósito de proveer vida digna para todos.
La bioética ha dejado de ser un mero conjunto de
criterios para la casuística médica o de investigación biológica. Ahora se
encuentra en el centro de los instrumentos culturales de que disponemos para
evitar los procesos autodestructivos que estamos sufriendo.
Algunos pensaran que bastaría con que se respete la
vigencia del Estado de Derecho para que se respeten los derechos de los
individuos y de las comunidades. Pero el fenómeno del “nihilismo global”
comienza ahora en la infancia, con niños que aprenden desde la marginalidad o
la televisión los comportamientos agresivos. Nunca como ahora se han potenciado
las tendencias agresionistas.
Para revertir el
nihilismo global la instalación de
una cultura bio-ética, o sea, de respeto de la vida en todas sus dimensiones,
debería convertirse en el centro de las políticas educativas, culturales y
sociales. Existen ya muchas experiencias en esta dirección a nivel de
comunidades e instituciones. Pero hemos llegado al punto en que las reformas
aisladas no pueden asegurar el éxito de sus objetivos. Millones de personas han
intentado refugiarse o aislarse en barrios residenciales, countries,
comunidades solidarias. Muchas no han podido eludir la violencia que nos rodea
y penetra hasta los lugares más aislados.
Colocar a la bioética en el centro de las comunicaciones
y de las políticas sociales puede ser un camino para superar el nihilismo
social. Pero en última instancia todos intuimos que sin un cambio en el orden
económico mundial seguiremos teniendo millones de personas excluidas y un
potencial de frustración y agresividad enorme. Por eso la bioética debería
asociarse con el propósito de instalar un modelo de desarrollo mundial
solidario.
BIBLIOGRAFÍA
-
BAUMAN,
Z. (1999) Modernidad líquida. Bs.As.: FCE; -- (2004) La sociedad sitiada. Bs.As.; FCE
-
CHANGEUX, J.P. (2010) Sobre lo verdadero, lo bello y el bien, Madrid: Katz
-
DUSSEL, E.
(1998) Ética de la liberación: en
la era de la globalización y de la exclusión. Madrid: Trotta
-
MORIN, E. (1993) Tierra
Patria, Buenos Aires: Nueva Visión
-
ORGANIZACIÓN
PANAMERICANA DE LA SALUD. OMS. (2002) Informe
mundial sobre la violencia y la salud. Washington: OPS
-
PEREZ
LINDO, A. (2012) El mundo en vísperas.
Filosofía y consciencia histórica. Buenos Aires : Biblos
- ROCARD , M. (2015) Suicide de
l’Occident, suicide de l’Humanité ?. Paris : Flammarion
-
ROSE, Nikolas
(2012) Políticas de la vida. Biomedicina, poder y
subjetividad en el siglo XXI. Buenos Aires . UNIPE
- TEALDI, J.C. (dir.)
(2008) Diccionario Latinoamericano de
Bioética. Bogotá : UNESCO – Universidad Nacional de Colombia
- TOURAINE, A. (2013) La fin des sociétés. Paris :
Editions du Seuil
-
UNESCO
(1981) La violencia y sus causas. Paris
: UNESCO
-
UNICEFF. Informe
mundial sobre la violencia contra los niños y las niñas. New York: Naciones
Unidas
-
UNODOC
(2012) Informe mundial sobre las drogas. New York: UNODOC: NACIONES UNIDAS
-
UNODOC
(2013) OFICINA DE LAS NACIONES UNIDAS CONTRA LA DROGA Y EL DELITO (UNODOC) (2013)
Estudio Mundial sobre el homicidio.
Resumen Ejecutivo. New York :
UNODOC. Naciones Unidas
- WAISELFISZ, J.J. (2015) Mapa da
violência 2015. Homicidio de mulheres no Brasil. Brasilia: FLACSO
- WAISELFISZ, J.J. (2014) Mapa da violencia 2015. Adolescentes de 16 e
17 anos do Brasil. Río de
Janeiro: FLACSO
[1]
ORGANIZACIÓN PANAMERICANA DE LA SALUD. OMS. (2002) Informe mundial sobre la violencia y la salud. Washington: OPS
[2]
UNICEFF. Informe mundial sobre la
violencia contra los niños y las niñas. New York: Naciones Unidas
[3]
OFICINA DE LAS NACIONES UNIDAS CONTRA LA DROGA Y EL DELITO (UNODOC) (2013) Estudio Mundial sobre el homicidio. Resumen
Ejecutivo. New York : UNODOC.
Naciones Unidas
[4]
UNODOC. Informe mundial sobre las drogas.
New York: UNODOC. NACIONES UNIDAS
[5]
Sygmunt Bauman (1999) Modernidad líquida.
Bs.As.: FCE; -- (2004) La sociedad
sitiada. Bs.As.; FCE
[6]
UNESCO (1981) La violencia y sus causas. Paris
: UNESCO
[7]
Ver: Enrique DUSSEL (1998) Ética de la
liberación: en la era de la globalización y de la exclusión. Madrid: Trotta
[8] Ver el caso de Brasil em:
WAISELFISZ, J.J. (2015) Mapa da violência
2015. Homicidio de mulheres no Brasil. Brasilia: FLACSO
[9] WAISELFISZ, J.J. (2014) Mapa da violencia 2015. Adolescentes de 16 e
17 anos do Brasil. Río de Janeiro: FLACSO
[10]
PEREZ LINDO, A. (2012) El mundo en
vísperas. Filosofía y consciencia histórica. Buenos Aires: Biblos
[11] TOURAINE, A. (2013) La
fin des sociétés. Paris : Editions du Seuil