domingo, 18 de junio de 2017

La Bioética frente al nihilismo global

Augusto PÉREZ LINDO, Dr. en Filosofía. Profesor Titular de Filosofía de la UBA – 1987 – 2006. Profesor del Doctorado en Políticas y Gestión de la Educación Superior de la UNTREF. Autor entre otras obras de: Mutaciones. Escenarios y filosofías del cambio de mundo (Biblos, 1993), Cambios en la consciencia histórica (Eudeba, 1999), El mundo en vísperas. Filosofía y consciencia histórica (Biblos, 2012)

LA BIOÉTICA FRENTE AL NIHILISMO GLOBAL
Publicado en: Temas de Derecho de Familia, Sucesiones y Bioética, Buenos Aires, mayo 2017, pp. 339 – 346

Tal como todo lo que vive se autorregenera en una tensión incoercible hacia su futuro, así todo lo humano regenera la esperanza regenerando su vivir; no es la esperanza lo que hace vivir, es el vivir que crea la esperanza… Edgar Morin, Tierra Patria, 1993
Estamos presenciando el surgimiento de una ética nueva e innovadora: se trata de la ética de la ciudadanía biológica y la responsabilidad genética. … hemos ingresado a la era de la política vital … Nikolas Rose, Políticas de la vida. Biomedicina, poder y subjetividad en el siglo XXI, 2012


1.    Las mil caras del nihilismo social
Las sociedades actuales viven crisis donde proliferan los comportamientos agresivos y de negación de la sociabilidad. Las situaciones de exclusión, de pobreza, de violencia criminal, los distintos tipos de guerra en curso, el incremento de la violencia doméstica y del bullying escolar manifiestan la crisis de la socialidad, del contrato social o de los valores que sostienen la convivencia humana. La respuesta a estos escenarios la podemos encontrar en una nueva cultura bioética. Este es el tema de este artículo.
Los atentados terroristas suelen conmover a la opinión pública en todo el mundo. Sin embargo, el espectro de las violencias es mucho más amplio. En su Informe sobre la violencia y la salud (2002)  la Organización Mundial de la Salud señalaba desde el comienzo:
No hay país ni comunidad a salvo de la violencia. Las imágenes y las descripciones de actos violentos invaden los medios de comunicación. Está en nuestras calles y en nuestros hogares, en las escuelas, los lugares de trabajo y otros centros. En un azote ubicuo que desgarra el tejido comunitario y amenaza la vida, la salud y la felicidad de todos nosotros. Cada año, más de 1,6 millon de personas en todo el mundo pierde la vida violentamente. [1] 
Otro testimonio impactante es el Informe mundial sobre la violencia contra los niños y las niñas de UNICEFF en 2003[2] donde se afirma que en 2002 se calculaba en 53.000 el número de homicidios de niños y niñas en todo el mundo. A su vez se menciona la Encuesta Global de Salud en la Escuela de la Organización Mundial de la Salud para afirmar que en 2002 unos 150 millones de niñas y 75 millones de chicos menores de 18 años habían sufrido relaciones sexuales forzadas.
Por su lado, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito sostiene que en 2012 cerca de 437.000 personas perdieron la vida a causa de homicidios dolosos en todo el mundo.[3]  Entre otros aspectos de este informe se puede destacar que en Asia 19.700 mujeres fueron asesinadas por sus propias parejas o familiares y en América un número de 6.900.
Todos estos datos muestran el espectro impresionante y diverso de las violencias actuales. A lo cual podríamos agregar que el número de muertes relacionadas con las drogas en 2014 se calculaba en 207.400 personas.[4]
Estos simples y dramáticos datos nos ponen ante una evidencia: los comportamientos violentos forman parte de la cultura y de las relaciones sociales en el mundo actual. Es por esto que hablamos en este artículo de “nihilismo global”. Entendemos en este caso el “nihilismo“ como la negación de los principios de convivencia, como la negación de la socialidad y de la vida misma. Y es por el alcance de este fenómeno que proponemos analizar estas situaciones desde la perspectiva de una “biopolítica” donde la bioética puede aportar conocimientos y líneas de acción para enfrentar estas patologías de las sociedades actuales.
2.    La violencia y sus causas
El terrorismo y las guerras motivadas por razones políticas, étnicas o religiosas ocupan un lugar destacado por la espectacularidad de las muertes que provocan. Muchos creen que estos fenómenos constituyen la amenaza principal para la vida de los pueblos. Sin embargo, cuando uno analiza las estadísticas de los homicidios ligados a la delincuencia y el  narcotráfico ,  los casos de bullying en las escuelas,  la violencia doméstica ,  los conflictos tribales o los suicidios de jóvenes, uno se pregunta si todos estos fenómenos no evidencian un problema mayor.   
Al principio del siglo XX Emile Durkheim elaboró el concepto de “anomia” para explicar porqué en las grandes ciudades de Europa una parte  de  los migrantes que venían del medio rural se convertían en individuos marginales y agresivos. La revolución industrial tenía como uno de sus efectos provocar desarraigos y crisis en las estructuras familiares del nuevo proletariado que se formaba en las periferias de las ciudades.
En el marxismo y el anarquismo ya se habían formulado otras interpretaciones. Desde el Manifiesto Comunista de 1844 Karl Marx interpretaba que el capitalismo estaba creando una nueva economía y una nueva sociedad que transformaba las relaciones sociales. Tuvo el presentimiento de que con las nuevas formas de producción de la sociedad “todo lo real se diluye en el aire”. Un anticipo de lo que en tiempos actuales Zygmunt Bauman denomina la “sociedad líquida”, o sea, un mundo donde nada permanece estable, donde todo cambia permanentemente. [5]
Los anarquistas no le echaban la culpa a la división de clases sino a las relaciones de dominación, al ejercicio del poder. Para ellos es la institución del Estado como legitimador de las relaciones de dominación y de los valores de una sociedad injusta lo que sostiene las desigualdades, desequilibrios y violencias. Desde su punto de vista la moral instituida no era más que una cobertura ideológica para que los pobres y los dominados aceptaran la sumisión. En consecuencia, sostuvieron que era correcto ejercer la  contra-violencia por todos los medios frente  al Estado opresor y las clases dominantes.
Como teóricos del nihilismo político, o sea, la negación de toda forma de poder establecido, los anarquistas admitían todo tipo de violencia social incluyendo el terrorismo para luchar contra los opresores. Pero fueron conscientes de que había que poner ciertos límites éticos y tratar de evitar el daño a las personas ajenas al conflicto: parientes, niños, ciudadanos comunes.
Fueron también los anarquistas los que destacaron con agudeza que los principales hechos de violencia masiva apelando a cualquier medio provenían de los Estados. El terrorismo estatal, bajo formas legitimadas o no, como en las guerras, implica justificar el asesinato político, los secuestros, torturas, matanzas colectivas, campos de concentración, encarcelamientos injustos y otras prácticas. Durante los últimos cien años hemos visto desfilar con todas sus variantes ideológicas sistemas colonialistas, imperialistas, totalitarios, autoritarios, represivos.
En La violencia y sus causas (1981) [6]  un grupo de sociólogos, biólogos, psicólogos, antropólogos, historiadores y politicólogos convocados por la UNESCO intentaron definir las causas de los fenómenos violentos. La primera conclusión surgió rápidamente a través de las miradas de diversos especialistas: se trata de un fenómeno multicausal.
Las negaciones de la sociabilidad, de la convivencia y de la solidaridad son tan abundantes en el mundo actual que nos llevan a pensar que se trata de un “fenómeno global”. Algunos consideran que la exclusión social en la era de la globalización es la fuente principal de las violencias actuales.[7] En efecto, más de mil millones de personas se encuentran en las categorías de pobres, indigentes y excluidos en la población mundial. Solamente en América, del Norte y del Sur, podemos estimar en más de 300 millones las personas afectadas.   
La destrucción de la socialidad, que otros denominan desintegracióndesligación social, se manifiesta en América Latina con  los altos índices de pobreza y desigualdad social pero también con el alto porcentaje de familias monoparentales (10 a 20% de las familias son sostenidas exclusivamente por la madre). Otro dato nos señala que la des-socialización se manifiesta en el aislamiento de los individuos:  cerca del 40% de personas viven solas en las grandes ciudades como Nueva York, Tokyo, Buenos Aires, San Pablo, México, etc.
 Algunos psicólogos hablan de “crisis vincular”. Los psicoanalistas que siguen a Freud recuerdan que éste ya hablaba de la “pérdida de los registros simbólicos” en el artículo sobre “El malestar en la cultura” de 1939. Hoy percibimos en efecto que hay crisis en los vínculos familiares que hay pérdida de valores, de códigos morales y de consciencia ciudadana. Por otro lado, los medios de comunicación  relativizan la violencia y los hechos perversos. Muchas veces exaltan las acciones violentas  y transgresoras. Las nuevas generaciones aprenden que  la transgresión ética o  legal es aceptable.
Las teorías tradicionales ya no pueden explicar el auge de la violencia escolar donde niños o niñas son acosados, violados, agredidos o asesinados por razones triviales por sus propios pares. Argentina que cuenta con más de 36.000 establecimientos escolares experimenta cerca de 60 mil hechos de violencia escolar que comprenden agresiones escritas y verbales, por coacción física, con armas blancas y de fuego, por medios electrónicos (bullying virtual y grooming). Según encuestas de Uniceff el 60% de los alumnos fue testigo de hechos de agresión en la escuela. 
En Estados Unidos la violencia escolar afecta a unas 600.000 mil personas, en Francia a unas 400.000, en  Brasil a más de 200.000. A veces la violencia se extiende hacia los profesores. En Paris un sindicato docente llegó a ofrecer  cursos de autodefensa para profesores de colegios secundarios. De hecho muchos profesores han optado por esta opción en todas partes.  
Si pasamos del campo escolar al familiar observamos que se incrementa el número de acosos y agresiones a mujeres en América, en Europa, en Asia. El asesinato de mujeres aumentó.[8]  No solo eso. Estamos observando que en Argentina un individuo despechado  no solo intenta asesinar a su pareja sino también a los hijos y parientes.
En el mundo de la delincuencia también se modificaron los códigos. Antes prevalecían los robos sin homicidio. Ahora por un robo menor se puede matar a cualquiera. La intervención de menores de 18 años en los delitos creció exponencialmente en Argentina y América Latina. En Brasil las causas externas de moralidad de menores de 0 – 19 años pasó de 6,7% en 1980 a 29% en 2013. [9] . Varias películas exponen la tragedia de la delincuencia infantil y adolescente en la región, entre otras: “Peixote”, “La Virgen de los Sicarios”, “Cidade de Deus”.
No hay límites para agredir o matar a cualquier persona, sea niño o anciano, docente, médico o sacerdote, pobre o desprotegido. No hay reglas. Todo vale. Por lo tanto, nada vale. El nihilismo social avanza. La agresión se extiende a los medios de comunicación y a las redes virtuales. Robos, secuestros y agresiones virtuales sorprenden a todo el mundo.
En la dimensión de los conflictos políticos y sociales es donde encontramos las situaciones que nos parecen más espectaculares. Los crímenes de los narcotraficantes en América Latina o en África forman parte de la filmografía contemporánea. Los atentados terroristas de los integristas islámicos sacuden la opinión pública en los cinco continentes.
3. El concepto del nihilismo global
Proponemos como hipótesis verosímil que las violencias actuales están relacionadas con las mutaciones bio-sociales  tecno-científicas, económicas, sociales y culturales.[10]  Las mutaciones en curso tienen como efectos colaterales el deterioro de los vínculos sociales, del medio ambiente y el debilitamiento de los códigos bio-éticos. Las negaciones de los principios bio-éticos en las relaciones sociales configuran el nihilismo global, que abarca los comportamientos interpersonales y con el medio ambiente.  
La violencia es global en el sentido geográfico y en el sentido integral. Abarca todas las dimensiones de la vida humana. Nadie escapa de las amenazas, no hay inocentes, nadie es inmune. 
El concepto de “nihilismo global” significa que en todos los órdenes de la convivencia humana actual se ha extendido la capacidad para negar la vida del otro, para excluir, para matar, para violentar a los demás. Es probable que la capacidad para agredir, o la agresividad, tenga una base natural. Sin embargo, la Humanidad en el curso su evolución creó mandamientos, normas y  valores para asegurar la convivencia social. En la actualidad podríamos preguntarnos si nos aproximamos a una etapa “poshumana” o “poshistórica” donde los fundamentos del Estado y la sociedad se derrumban. [11]
Todos nos conmocionamos con los atentados o prácticas violentas de los integristas islámicos que toman como blancos a cualquier grupo humano en aeropuertos, escuelas, centros comerciales o edificios públicos. Atacar personas ajenas a un conflicto revela la insignificancia que se asigna a la vida humana. Pero la violencia política es apenas un aspecto del nihilismo global.
Desde la Primera Guerra Mundial (19l4-19l8) se hicieron acuerdos para preservar las poblaciones civiles y prohibir armas bioquímicas de aniquilación masiva. Luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 y una serie de convenios  internacionales para fortalecer el respeto de la dignidad humana.
En varios momentos se tuvo la esperanza de que estos acuerdos podían dar lugar a un orden mundial más justo y respetuoso de la vida humana. Pero a pesar de los convenios ético-políticos mundiales hoy podemos constatar que se vienen quebrando en distintos escenarios los límites morales en distintos países y en diversas situaciones de conflicto.  
Muchos reconocen que en el “contexto de aplicación” el respeto de los derechos humanos ofrece muchas resistencias. En muchos estados no se respeta el derecho a la vida, la libertad de consciencia, la libertad de asociación, el acceso a una alimentación básica, la libertad de opinión y otros principios. Se ha tratado a veces de relativizar el alcance de los principios de los Derechos Humanos invocando necesidades del Estado, las tradiciones culturales o las creencias religiosas. Estos argumentos se han revelado insostenibles frente al consenso moral que proponen los convenios internacionales.
Por otro lado, muchas situaciones relativas a la “violencia social” provienen de las  familias, comunidades, tribus, asociaciones religiosas, políticas, culturales o deportivas. Las “mafias”, “tribus urbanas”, las “bandas”, “barras” y otros grupos son agentes de socialización que crean códigos violentos. Los agentes tradicionales de integración social (Estado, escuelas, partidos, iglesias, clubes, familias, sindicatos) han dejado el lugar muchas veces a los nuevos actores sociales.  
Este panorama nos lleva a distinguir entre la violencia estatal y la violencia social. Ambas pueden estar conectadas en los estados autoritarios. Pero hay que tener en cuenta que algunas tradiciones (como la ablación del clítoris de las mujeres en algunos países de África, o la ejecución de mujeres por infidelidad, o la persecución a individuos de distinta raza o categoría social) constituyen barreras poderosas para la humanización de las relaciones sociales.
Hay que agregar a estas situaciones la influencia de las Tecnologías de la Información y la Comunidación (TIC) que estimulan la formación de imaginarios colectivos impregnados de violencia. En los medios normalmente no hay límites para publicitar lenguajes y acciones violentas, agresivas, destructivas. Los niños acceden a mensajes repetidos de agresión. Las series de video-juegos violentos y de guerra se multiplican.  El imaginario violento ha ganado terreno en todas las sociedades y se transmite rápidamente a la realidad.   
El culto de lo siniestro se manifiesta en películas, series televisivas o video-juegos. También se expresa en la formación de tribus urbanas que se denominan “cadáveres de niños”, “masacre”, “skin heads“, “angeles diabólicos”, etc. A menudo la crónica policial muestra como los jóvenes pasan del imaginario a la realidad matando a sus compañeros en un ataque escolar o en la salida de un club nocturno. Desarmar, en sentido lato y en sentido figurado, los imaginarios violentos requiere acciones culturales y sociales muy amplias.   
4.    De la bio-ética a las biopolíticas  
Tomar consciencia del nihilismo global que  sufren las sociedades actuales debería uno de los objetivos primeros de las políticas sociales, culturales y educativas.  ¿Pero, cómo implementar una biopolítica tendiente a crear una nueva cultura de respeto a la vida?  ¿Qué lugar ocupa en el currículo escolar la formación de actitudes de respeto a la vida humana? Deberíamos preguntarnos antes todo si la escuela se ocupa de la “formación en valores” y de las actitudes básicas como la solidaridad, el respeto, la responsabilidad social.   
La formación de actitudes favorables para el respeto de la vida y de los semejantes debería ocupar un lugar relevante en el currículo escolar. En muchas escuelas los alumnos no aprenden ni a pensar ni a convivir, decía Ivan Illich en los años de 1970 cuando defendía la necesidad de la “desescolarización”. Las evaluaciones escolares muestran que la motivación, el respeto, la responsabilidad y el compromiso son actitudes decisivas para el éxito de los alumnos.
Podemos decir que en la formación de los niños y niñas escolarizadas lo que importa sobre todo es la transmisión de valores y actitudes favorables a la convivencia (el aprender a ser, el aprender a convivir, como reclama la UNESCO) y al respeto de la vida. Asumir esto implica una revisión profunda de la actividad escolar y de la preparación de los docentes. Actualmente lo más difícil no es transmitir informaciones y conocimientos porque en muchos casos los sistemas de información facilitan esta tarea, sino transmitir un sentido bio-ético-social.
Las sociedad actuales tienden a la escolarización básica universal. Habría que lograr que la enseñanza bio-ética forme parte del curriculo en todos los niveles de la educación. Porque está en juego la socialidad, la convivencia entre los seres humanos de todo el planeta. Ahora bien, una biopolítica de esta naturaleza requiere acciones en diversos planos. Por de pronto, sería necesario un Pacto Internacional para un Desarrollo Solidario que asegure alimentación y condiciones básicas de vida a todo el mundo. Esto ya ha sido propuesto en Naciones Unidas por distintas instituciones y personalidades.
Sabemos que la agresividad y la crisis de la socialidad están presentes en sociedades desarrolladas y subdesarrolladas.  Esto muestra que no siempre son las condiciones económicas las que empujan hacia el nihilismo social. Los suicidios son altos en sociedades como las de Japón o Suecia. Los suicidios juveniles son los que más llaman la atención porque se trata de individuos que normalmente se encuentran en pleno crecimiento. La OMS sitúa a la Argentina en primer lugar con mayores índices de suicidios adolescentes en América Latina. Vienen después Venezuela, México, Brasil.
En 2005 la UNESCO proclamó la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos. De este documento surge que no se puede disociar la lucha por los principios de los derechos humanos de las normas que orientan a los actores sociales que intervienen en temas de la salud y la vida de la salud humana.
            Lo difícil no es ponerse de acuerdo sobre los principios de la bioética. Lo difícil es ponerse de acuerdo sobre la implementación de políticas que permitan asegurar una convivencia feliz entre las personas. Este debería ser el núcleo principal de toda actividad política: asegurar que los ciudadanos pueden convivir felizmente. Este principio figura en la Constitución de algunos países. En Ecuador desde la reforma constitucional de 2008 se introduce el principio del “buen vivir” como eje del desarrollo social.
            Diversos países y comunidades han ensayado crear una nueva cultura política donde la búsqueda de la felicidad o el buen vivir para todos está en el centro de las decisiones estatales y sociales. La bioética debería crear orientaciones para sustentar biopolíticas que permitan enfrentar el “nihilismo global”. ¿En qué medida un sistema económico, social o político atenta contra la vida de las personas?
            Ciertas intervenciones médicas y sanitarias se han revelado decisivas para mejorar las condiciones de vida de los niños o de los sectores más vulnerables. La seguridad o el bienestar de muchas personas depende de decisiones adecuadas de los funcionarios judiciales. Las políticas sociales tienen a veces un alcance limitado porque no tienen en cuenta las condiciones de vida de las personas asistidas. Esto muestra que se necesita desarrollar una cultura bioética que involucre a médicos, psicólogos, abogados, jueces, asistentes sociales, funcionarios estatales o dirigentes comunitarios.
            Todo esto implica resignificar el sentido de la bio-ética para convertirla en la base de biopolíticas extendidas a toda la sociedad. Porque lo que está en peligro es la convivencia social y la vida de las personas.  Se necesitan políticas específicas para proveer viviendas dignas, atención sanitaria adecuada, acceso universal a la educación, trabajos dignos, igualdad de oportunidades. La justicia y la seguridad también importan. Pero todo esto puede enmarcarse en el propósito de proveer vida digna para todos.
            La bioética ha dejado de ser un mero conjunto de criterios para la casuística médica o de investigación biológica. Ahora se encuentra en el centro de los instrumentos culturales de que disponemos para evitar los procesos autodestructivos que estamos sufriendo.
            Algunos pensaran que bastaría con que se respete la vigencia del Estado de Derecho para que se respeten los derechos de los individuos y de las comunidades. Pero el fenómeno del “nihilismo global” comienza ahora en la infancia, con niños que aprenden desde la marginalidad o la televisión los comportamientos agresivos. Nunca como ahora se han potenciado las tendencias agresionistas.
            Para revertir el nihilismo global la instalación de una cultura bio-ética, o sea, de respeto de la vida en todas sus dimensiones, debería convertirse en el centro de las políticas educativas, culturales y sociales. Existen ya muchas experiencias en esta dirección a nivel de comunidades e instituciones. Pero hemos llegado al punto en que las reformas aisladas no pueden asegurar el éxito de sus objetivos. Millones de personas han intentado refugiarse o aislarse en barrios residenciales, countries, comunidades solidarias. Muchas no han podido eludir la violencia que nos rodea y penetra hasta los lugares más aislados.
            Colocar a la bioética en el centro de las comunicaciones y de las políticas sociales puede ser un camino para superar el nihilismo social. Pero en última instancia todos intuimos que sin un cambio en el orden económico mundial seguiremos teniendo millones de personas excluidas y un potencial de frustración y agresividad enorme. Por eso la bioética debería asociarse con el propósito de instalar un modelo de desarrollo mundial solidario.



BIBLIOGRAFÍA
-       BAUMAN, Z.  (1999) Modernidad líquida. Bs.As.: FCE; -- (2004) La sociedad sitiada. Bs.As.; FCE
-       CHANGEUX, J.P. (2010) Sobre lo verdadero, lo bello y el bien,  Madrid: Katz
-       DUSSEL, E.  (1998) Ética de la liberación: en la era de la globalización y de la exclusión. Madrid: Trotta
-       MORIN, E. (1993)  Tierra Patria, Buenos Aires: Nueva Visión
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-       ROSE, Nikolas (2012)  Políticas de la vida. Biomedicina, poder y subjetividad en el siglo XXI. Buenos Aires . UNIPE
-       TEALDI, J.C. (dir.) (2008) Diccionario Latinoamericano de Bioética. Bogotá : UNESCO – Universidad Nacional de Colombia
-       TOURAINE, A.  (2013) La fin des sociétés. Paris : Editions du Seuil
-       UNESCO (1981) La violencia y sus causas. Paris : UNESCO
-       UNICEFF. Informe mundial sobre la violencia contra los niños y las niñas. New York: Naciones Unidas
-       UNODOC (2012)  Informe mundial sobre las drogas. New York: UNODOC: NACIONES UNIDAS
-       UNODOC (2013) OFICINA DE LAS NACIONES UNIDAS CONTRA LA DROGA Y EL DELITO (UNODOC) (2013) Estudio Mundial sobre el homicidio. Resumen Ejecutivo.  New York : UNODOC. Naciones Unidas
-       WAISELFISZ, J.J. (2015) Mapa da violência 2015. Homicidio de mulheres no Brasil. Brasilia: FLACSO
-    WAISELFISZ, J.J. (2014) Mapa da violencia 2015. Adolescentes de 16 e 17     anos do Brasil. Río de Janeiro: FLACSO





[1] ORGANIZACIÓN PANAMERICANA DE LA SALUD. OMS. (2002) Informe mundial sobre la violencia y la salud. Washington: OPS

[2] UNICEFF. Informe mundial sobre la violencia contra los niños y las niñas. New York: Naciones Unidas
[3] OFICINA DE LAS NACIONES UNIDAS CONTRA LA DROGA Y EL DELITO (UNODOC) (2013) Estudio Mundial sobre el homicidio. Resumen Ejecutivo.  New York : UNODOC. Naciones Unidas
[4] UNODOC. Informe mundial sobre las drogas. New York: UNODOC. NACIONES UNIDAS
[5] Sygmunt Bauman (1999) Modernidad líquida. Bs.As.: FCE; -- (2004) La sociedad sitiada. Bs.As.; FCE
[6] UNESCO (1981) La violencia y sus causas. Paris : UNESCO
[7] Ver: Enrique DUSSEL (1998) Ética de la liberación: en la era de la globalización y de la exclusión. Madrid: Trotta
[8] Ver el caso de Brasil em: WAISELFISZ, J.J. (2015) Mapa da violência 2015. Homicidio de mulheres no Brasil. Brasilia: FLACSO
[9] WAISELFISZ, J.J. (2014) Mapa da violencia 2015. Adolescentes de 16 e 17 anos do Brasil. Río de Janeiro: FLACSO
[10] PEREZ LINDO, A. (2012) El mundo en vísperas. Filosofía y consciencia histórica. Buenos Aires: Biblos
[11] TOURAINE, A.  (2013) La fin des sociétés. Paris : Editions du Seuil

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