ENCUENTRO
LA UNIVERSIDAD COMO OBJETO DE INVESTIGACIÓN
UNIVERSIDAD
NACIONAL DEL LITORAL
3
– 5 de mayo de 2017. Santa Fe
Ponencia:
El concepto de la universidad actual
AUGUSTO
PÉREZ LINDO, Profesor del Doctorado en Políticas y Gestión Universitaria de la UNTREF,
del Doctorado en Educación Superior de la Universidad de Palermo y de la
Maestría en Gestión Universitaria de la Universidad Nacional de Mar del Plata
Palabras claves: teoría de la universidad – modelos
de universidad – evolución de las universidades – universidad argentina
RESUMEN:
Se proponen en esta ponencia presentar los nuevos perfiles que adoptan
las universidades actuales de acuerdo con las transformaciones del contexto. Se
trata también de brindar elementos para conceptualizar la identidad que vienen
asumiendo las instituciones universitarias en proceso de cambio. Asimismo, se
propone una perspectiva desde la cual las universidades de América Latina
podrían asumir una nueva misión histórica para resolver el problema del
subdesarrollo.
1. Los nombres de la universidad en transformación
Pensar la universidad futura
implica identificar las tendencias y las transformaciones que están
configurando la nueva identidad. La universidad futura ya existe. Pero no
terminamos de elaborar un concepto universal sobre la misma. Por otra parte,
los procesos de las nuevas transformaciones no han terminado. Por eso la
dificultad para explicitar un nuevo paradigma.
Se
han enunciado diversos nombres para
identificar el perfil de la universidad emergente: “multiversidad”, “universidad global”,
“universidad abierta”, “universidad difusa”, “universidad virtual”,
“universidad emprendedora”, “universidad transfronteriza”, “universidad
masiva”, “universidad multicultural”, “wired university” son algunas de las
denominaciones propuestas por distintos especialistas en las últimas décadas. (Altbach:
1994; Gumport: 2015; Inayatullah: 2003; Rama: 2006; Miklos: 2016)
Podríamos
señalar la década de 1990 como un momento significativo para la explicitación
de varias tendencias: la expansión
económico- tecnológica de China; el
derrumbe de la Unión Soviética, la profundización del acceso masivo a la
educación superior en todo el mundo, la intervención creciente de las
universidades en las innovaciones tecnológicas, la cientificación e informatización de la sociedad, la crisis del
modelo academicista en Europa, la
expansión de las universidades en África, América Latina y Asia.
En
los 90 se difundía el neo-liberalismo en varias direcciones. Las teorías
organizacionales avanzaban hacia la educación dando importancia central a los
problemas de gestión. Simultáneamente los estudios de sociología de la
educación analizaban la reproducción de las desigualdades o la socialización de
los jóvenes a través de la Educación Superior. Los problemas de aprendizaje
cobraban mayor relevancia y la Pedagogía Universitaria surgía como un campo muy
importante. La Sociología del Conocimiento abría nuevas perspectivas para
interpretar la evolución de las sociedades a través de los avances científicos
y tecnológicos. Michael Gibbons y otros anunciaban el “cambio en el modo de
producción y transmisión de conocimientos”.
Europa
a través de los Acuerdos de Bolonia (1999-2010) buscó al mismo tiempo crear un
“nuevo espacio del conocimiento” para mantener la competitividad frente al
Sudeste Asiático y Estados Unidos, y propuso una reforma curricular de los
estudios universitarios. América Latina, Asia y África en general buscaban
adaptarse a las nuevas tendencias como la globalización, la informatización, la
masificación del acceso o el fortalecimiento de la investigación científica. El
“modo adaptativo” (y no “creativo” o “innovador”) se imponía en todas partes.
La
perspectiva histórica puede ayudarnos a encontrar un sentido a la expansión de
las universidades. Mucho antes que nosotros Comenio (1592 – 1670) había
entrevisto la idea de una sociedad totalmente escolarizada. Recién en 1990,
bajo los auspicios de la UNESCO, las naciones actuales aprobaron la Declaración Mundial sobre Educación para
Todos, en Jomtien, Tailandia. El progreso de la escolarización de las
poblaciones ha sido espectacular en todos los continentes. Con lo cual ha
cambiado el perfil de la fuerza de trabajo y de las sociedades. A principios
del siglo XX el analfabetismo afectaba al 80-90 % de las poblaciones y al final
del siglo el índice estaba cerca del 10%.
Los pueblos
colonizados, los negros, las mujeres y otros grupos humanos dieron un salto
espectacular en sus luchas por el reconocimiento social gracias a la educación.
Desde esta perspectiva deberíamos analizar también el impacto actual de la
masificación de la educación superior. Se han formado nuevos actores sociales y
se ha modificado el perfil de la fuerza de trabajo. Peter Drucker reconocía
desde 1989 el surgimiento de una economía y de un “proletariado del conocimiento”
(Drucker: 1990)
El
lugar de la educación superior en una sociedad escolarizada es lo primero que
podemos destacar. Ya en países de la Unión Europea, en Estados Unidos, Canadá,
Argentina, Costa Rica, Cuba, Japón, Corea del Sur, Israel y otros, el 40% de la
población económicamente activa tiene estudios superiores. Esto crea una “nueva
ciudadanía” y una nueva fuerza de trabajo más asociada a la producción y
transmisión de conocimientos.
Europa,
China, América Latina, África, ya sufren el subempleo de recursos humanos
altamente calificados. Lo cual pone en evidencia que existe una contradicción entre el modo de funcionamiento de las
sociedades y el aprovechamiento del potencial de recursos humanos calificados.
Lo que quiere decir que si no emerge un modelo de desarrollo con uso intensivo
del conocimiento y con políticas dirigidas a distribuir equitativamente las
oportunidades sociales, seguiremos incrementando la formación de una masa de
jóvenes instruidos y sin empleo.
Desde
este punto de vista el futuro de las universidades dependerá de las capacidades
para multiplicar el uso social del conocimiento relacionado con la resolución
de problemas tales como el subdesarrollo, la pobreza, los desequilibrios
ecológicos, la ineficiencia del Estado, etc.
En
consecuencia, podemos afirmar que el futuro de la universidad estará asociado a
su capacidad para producir y aplicar conocimientos no solo para resolver
problemas económicos y sociales sino también para contribuir a crear un
“círculo virtuoso” que permita emplear a los millones de nuevos graduados
universitarios que aparecen cada año en el mercado del trabajo.
2. Nuevos contextos,
nuevos paradigmas de la universidad
Afirmar que la nueva universidad
será necesariamente global es algo
verificable no solo en las grandes metrópolis sino también en las
regiones periféricas. También es evidente el avance de la informatización, de
la telefonía digital, de los programas de información y aprendizaje virtuales. Internacionalización e informatización
son dos fenómenos que modifican las condiciones de funcionamiento de las
instituciones universitarias.
Por
otro lado, los gobiernos y los directivos universitarios constatan que la masificación del acceso a la Educación
Superior ha obligado a revisar las políticas y formas tradicionales de la
enseñanza. La demanda creciente de Educación Superior ha tenido entre otras
consecuencias la de exigir mayores recursos pero también la de expandir las
ofertas de cursos de posgrado. El nivel “cuaternario” (Maestrías, Doctorados,
Post Doctorados) ya constituye en muchas universidades una parte importante de
la matrícula.
Marchamos
hacia la universalización del acceso a la Educación Superior. Pero al mismo
tiempo la “diversificación” y “diferenciación” entre los niveles de la enseñanza
se acentúa. La “postgraduarización” de la Educación Superior (como la denomina
Claudio Rama) se encuentra, a su vez, asociada con otro proceso: la
valorización de la actividad científica en las universidades.
La
“centralidad” de los estudios de grado deja paso al crecimiento de los
posgrados y de la investigación científica en las universidades. Entre los
indicadores que utilizan las grandes agencias de “rankings universitarios”
figuran el número de postgraduados, de investigadores, de publicaciones científicas
y de patentamientos.
Este
proceso conduce sin duda a una nueva segmentación o estratificación de los
estudios universitarios. Asimismo, esto tiene consecuencias en el mercado de
trabajo. En muchos países se exigen diplomas de posgrado para ejercer la
docencia a nivel universitario y secundario.
Si
se analiza el comportamiento de las universidades y de las políticas públicas
se puede observar que tanto en Estados Unidos, Europa, América Latina o África,
la socialización de los jóvenes entre 17 – 24 años se ha convertido en un problema
central. La idea de la “universidad incluyente” o “socializadora” ha inspirado
políticas especiales tanto en Estados Unidos, como Argentina, Francia, Cuba y
muchos otros países.
No
se trataría solamente de una situación coyuntural. Si la escolarización se
universaliza resulta evidente que pasar por la universidad comienza a ser el
destino normal de la mayoría de los jóvenes y si esto es así entonces el
período de los 17 a 24 años se convierte en una etapa de socialización que
antes significaba para la mayoría la entrada al mundo del trabajo. En muchos
casos el éxito de este proceso resulta más importante que la obtención de
diplomas académicos. A su vez el peor
escenario se presenta cuando no se logra la integración social y tampoco se
consigue brindarle una graduación superior a la mayoría de los jóvenes.
Algunos
han aventurado la hipótesis de un desplazamiento de la universidad tradicional
(presencial, territorial, dividida por carreras) por el avance de las
universidades virtuales, abiertas, globales, transdisciplinarias. Las “universidades virtuales” ya existen. De
hecho todas las instituciones registran actividades de enseñanza virtual
combinadas con otras modalidades (presenciales, semi presenciales).
También
es evidente que millones de personas aprenden de manera autónoma a través de
Internet donde se encuentran miles de programas de información científica, de
aprendizaje, de investigación, de escolarización. En el Ciberespacio ha surgido de manera informal un Sistema Educativo
Virtual, Global y Flexible que abarca todos los niveles de la educación en
formato gratuito o arancelado. Esta nueva realidad, sin embargo, no ha
afectado la escolarización superior y parece más bien que seguirán coexistiendo
varias modalidades alternativas. Podemos hablar, entonces, de un nuevo Modelo de Universidad Multimedial o sea
de instituciones híbridas con distintas modalidades de aprendizaje.
Las
organizaciones universitarias han tratado de innovar o de adaptarse a las
nuevas tendencias o procesos (científicos, tecnológicos, económicos, sociales,
culturales, políticos). Pese a los intentos por planificar estas estrategias
cada unidad académica ha buscado nichos, oportunidades, innovaciones, para
responder a los nuevos contextos. De modo que resulta improbable que a escala mundial encontremos nuevamente modelos
homogéneos como fueron en otros momentos el Modelo Francés, el Modelo
Británico, el Modelo Alemán, el Modelo Soviético o el Modelo
Norteamericano. Los sistemas
universitarios son hoy un mosaico de diversidades (como en el caso de los 54
países que participan del Proceso de Bolonia en Europa y África) o como el caso
de las universidades en América Latina.
3. Uni – diversitas: un sistema universitario global y
complejo
Nada puede evitar que los
sistemas universitarios nacionales e internacionales tengan características
diversas. Pero tampoco nadie puede frenar el avance de la globalización, de la
informatización, de la flexibilización curricular, de la masificación, de la
investigación científica, de los posgrados, de los programas de vinculación con
la sociedad, la economía y el Estado. Cada uno de estos procesos tiene su
lógica, su causalidad. Las grandes universidades se convierten en
multi-versidades o en uni-diversidades.
Las
teorías sociológicas, organizacionales, educativas o institucionales pueden
brindarnos algunas hipótesis sobre el perfil dominante de la universidad
futura. Con seguridad habrán de asumir los procesos de globalización,
informatización, virtualización o masificación. Pero las experiencias en curso
muestran que las instituciones pueden mantener una identidad por encima de las
tendencias dominantes. Esto quiere decir que la gestión estratégica, la cultura
organizacional y la identidad
institucional serán decisivas para definir el comportamiento de las
universidades.
En
el plano de los sistemas universitarios nacionales dos preguntas aparecen como
centrales: ¿cómo asegurar la
empleabilidad de los graduados? ; ¿cómo lograr en los países periféricos que
las universidades logren un nivel de calidad o de excelencia?
La
empleabilidad de los graduados dependerá cada vez más de la creación de
procesos económico-sociales que requieran el uso intensivo de conocimientos.
Por otro lado, en la medida en que las universidades se encuentren implicadas
en las estrategias de este tipo entonces se verán motivadas para mejorar las
actividades científicas y la calidad de la enseñanza.
Si
las universidades de regiones periféricas no logran modificar el modelo “profesionalista”
vigente seguirán formando recursos humanos condenados a la emigración o al
subempleo. Si no se proponen lograr el mejor nivel científico, la mejor calidad
de su enseñanza, los mejores resultados en transferencia de conocimientos,
entonces seguirán reproduciendo el subdesarrollo de sus países. Lamentablemente
existe, como decía Kenneth Galbraith, un acostumbramiento
al subdesarrollo tanto en las universidades como en la sociedad. La
“banalización” de la ineficiencia del Estado, de la desintegración social, de
la pobreza, de la violencia, de la irracionalidad económica, crea una cultura del atraso que las universidades
deberían atreverse a superar.
Teniendo
en cuenta las tendencias organizacionales y los valores en juego en América
Latina sostenemos que sería adecuado asumir un Modelo de Universidad para el Desarrollo que fuera capaz de afrontar al
mismo tiempo la misión de socializar a los jóvenes, de ofrecer enseñanza de
calidad, de producir conocimientos científicos, de crear alternativas económico-sociales
y de formar ciudadanos para fortalecer la democracia. Al decir esto nos
preguntamos cuántas instituciones de la Educación Superior están cumpliendo con
estos propósitos.
Sería realista de parte de los
gestores universitarios tomar en cuenta las tendencias, los cambios, las
innovaciones que afectan a las universidades en todo el mundo. Sería realista
también reconocer que no todas las universidades pueden consagrarse a las
mismas funciones. No todas adoptan tampoco los mismos valores y misiones
institucionales.
Pero, en
cualquier caso, resulta evidente que no es sostenible mantener como función
exclusiva de las universidades el producir profesionales sin tener en cuenta el
destino de los mismos. En términos estadísticos sobran profesionales en América
Latina aunque falten profesores de calidad, ingenieros o graduados en ciencias
naturales. El problema central reside en
el bajo aprovechamiento del potencial científico, técnico y profesional en
todos los sectores. Necesitamos crear un modo eficaz de vinculación de las
universidades, los centros científicos y las demandas sociales. Lo que a su vez
nos exigirá fortalecer nuestra capacidad científica y tecnológica.
La universidad
futura en América Latina está inevitablemente asociada con la realización de
este objetivo: diseñar políticas de
desarrollo inteligente y contribuir a la implementación de las estrategias
adecuadas. Las universidades, que reúnen a los núcleos intelectuales,
científicos y tecnológicos del país, tienen que animarse a diseñar y proponer
proyectos para crear un nuevo modelo de desarrollo inteligente sustentado por
la organización eficiente del Estado, la igualdad social y el crecimiento
económico.
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