martes, 26 de septiembre de 2017

Conferencia en la Facultad de ciencias exactas,físicas y naturales de la Universidad Nacional de Córdoba

Martes 16 de Mayo de 2017
POLÍTICAS DEL CONOCIMIENTO, UNIVERSIDAD Y DESARROLLO

Dr. Augusto PÉREZ LINDO
GESTIÓN DEL CONOCIMIENTO, UNIVERSIDAD Y DESARROLLO

1.    Introducción
            La gestión del conocimiento es un enfoque  que pretende valorizar y movilizar todos los recursos inteligentes de una organización para maximizar sus resultados. Nació en el seno de la teoría de las organizaciones con autores como Peter Drucker, Nonaka, Tackeuchi, Polanyi, Peter Senge y otros. En las últimas décadas se extendió a la educación superior sobre todo en la gestión de la información y en la transferencia de innovaciones a la sociedad.
            Todos parecen recibir con beneplácito este nuevo concepto. Sin embargo, la gestión del conocimiento plantea serias contradicciones frente a los modelos gerenciales de la universidad dependiente de la política, de los intereses corporativos o mercantilistas. Una universidad centrada en el conocimiento, como la que se propusiera con la creación de la Academia de Berlín en 1807, parece todavía una utopía. Pero aparecieron nuevas tendencias que tienden a fortalecer la investigación y la transferencia de servicios a la sociedad. En todas partes se busca incentivar la actividad científica y la vinculación con el medio. Sin embargo, se percibe que las acciones puntuales y aisladas no resultan eficientes para resolver los problemas de la sociedad. Por eso, aparece la necesidad de pensar “políticas de conocimiento” que se propongan, conjuntamente con los actores sociales, producir nuevas posibilidades de desarrollo para la sociedad. ¿Cómo formular políticas del conocimiento que nos permitan colocar a las universidades como protagonistas de un proyecto de desarrollo?
2.    Consciencia histórica
La primera tesis que propongo es que necesitamos asumir las condiciones de éxito que se produjeron en otros países. Japón, a fines del siglo XIX, se propuso igualar y superar a Occidente mediante el aprovechamiento de la educación, de la ciencia y de la técnica. En menos de dos décadas se convirtió en un país industrial moderno. Más tarde, habiendo perdido en la Segunda Guerra Mundial se rehízo para competir con Estados Unidos en innovación tecnológica y desarrollo. La trayectoria y la estrategia de Japón, fundada en la asimilación rápida de las mejores prácticas de los países avanzados, junto con la formación de una clase dirigente identificada con los intereses nacionales, fue más tarde imitada por Taiwán, Corea del Sur, Malasia, Singapur, China.  
¿Qué nos sugiere a nosotros sudamericanos esta experiencia? Esos  países de Asia no contaban con los recursos naturales abundantes de América del Sur. No tenían recursos petroleros o mineros importantes. La ventaja la tuvieron que crear mediante una inteligencia colectiva ligada a la educación, la innovación tecnológica y la formación de una clase dirigente al servicio del Estado Nacional.
En nuestra América del Sur desde hace 500 años predomina la creencia de que el bienestar de nuestros países depende de los recursos naturales abundantes. Sin embargo, ni el oro del Perú, ni la plata de Bolivia, ni las pampas argentinas, ni el caucho de Brasil, permitieron salir del subdesarrollo. No surgió una élite tecnocrática del Estado, ni una clase dirigente política y económica identificada con los intereses de la sociedad.
Esta primera constatación no deberíamos perderla de vista al momento de definir las condiciones de éxito de las políticas de investigación y desarrollo. La experiencia histórica nos indica que deberíamos pensar en formar una inteligencia colectiva que valorice la educación, el uso de la ciencia, de la tecnología y el surgimiento de una élite profesional al servicio del Estado. Es en torno a la idea del Estado, como agente del Bien Común, que también se ha de formar una consciencia de un desarrollo inteligente y solidario, es decir, apuntando a la igualdad de oportunidades. Esto es lo que sucedió en los países exitosos del Sudeste Asiático, en Escandinavia o en Canadá.
Como corolario de este primer análisis podemos adoptar la siguiente tesis: en Argentina las universidades y los centros de investigación deberían contribuir a la formación de una consciencia colectiva asociada con la idea de un desarrollo inteligente y solidario. Esto implica obviamente apuntar a la creación de un Estado inteligente, con reglas meritocráticas y profesionales para seleccionar a sus funcionarios. E implica también contribuir a desarmar el predominio de los modelos rentísticos, clientelísticos, oligárquicos, extractivistas o excluyentes.  
La tercera tesis es que los programas de investigación y la carrera de investigación tienen que estar vinculados a un proyecto de desarrollo nacional y regional. Sabemos que esto no siempre ocurre. A veces se asignan recursos para proyectos de investigación a aquellas personalidades o grupos que tienen antecedentes académicos o que tienen proximidad con las autoridades. Las decisiones suelen justificarse en la conveniencia de apoyar a los “grupos consolidados” o a las prioridades del Gobierno. Lo cierto es que, como lo señalan los propios investigadores, no siempre los proyectos subsidiados por el Estado tienen objetivos fundamentales, sean teóricos o aplicados. La Multisectorial de Ciencia y Tecnología dice en un informe que “solo en los años 2011 y 2012 más de 3.000 profesionales doctorados han quedado afuera del sistema y sin mayores posibilidades de aplicar sus conocimientos en nuestro país en sus respectivas áreas de estudio”.  (“Políticas en Ciencia y Tecnología 2003 – 2012”)  
Esto nos lleva a la cuarta tesis: la experiencia internacional muestra que lo mejor es invertir en el futuro en función de una estrategia de desarrollo. Es lo que hizo Japón, es lo que hizo Corea, es lo que hizo Estados Unidos, es lo que hizo Finlandia, etc. Pensar en términos sistémicos y prospectivos sería la actitud correcta para tener éxito. En un documento elaborado por un grupo de Directores y Coordinadores de Centros del INTI sobre “Presente y perspectivas para el INTI” se observa lo siguiente:
El último período de la vida nacional permitió observar una saludable recuperación de la actividad industrial, a partir de una fuerte iniciativa estatal, sobre todo en relación a la promoción del mercado interno y en el mismo intento manifiesto de aportar valor agregado a las exportaciones.
La combinación de dichas orientaciones debería haber posicionado al INTI en un lugar central de las políticas del Estado Nacional. Sin embargo, lejos de estar ubicada a la altura de estos desafíos históricos, la institución llega al final de 2015 sumida en una preocupante crisis de indefinición y parálisis operativa y en un profundo estado de insatisfacción por parte del personal”.
Actualmente observamos con preocupación una conducción carente de rumbo, sin una clara inserción en el sistema científico y tecnológico y de las necesidades de la industria nacional…”
Pensar desde el futuro implica arriesgarse a inventar posibilidades que ahora parecen remotas pero que son necesarias. Por ejemplo: el desarrollo de una red ferroviaria moderna que religue todo América del Sur, la generalización de las biotecnologías agropecuarias,  la planificación del uso del territorio pensando en nuevos asentamientos, en nuevos modelos urbanos, la organización de una medicina social biotecnológica, la informatización de todos los servicios del Estado. Evidentemente, esta perspectiva supone una capacidad para movilizar de manera coherente el potencial universitario, científico y tecnológico del país, o sea, una gestión sistemática del conocimiento. Por otro lado, hace falta fortalecer la educación básica para transmitir una cultura científico-tecnológica. Debería existir un servicio permanente de divulgación científica a través de las escuelas y los medios de comunicación social, como se hizo en los países industrializados.  La promoción de la educación básica en matemáticas, física y química debería figurar entre las políticas públicas asumidas por el Estado, el sistema educativo y la sociedad.  
3.    El modo de producción de conocimientos
Desde que Michael Gibbons y otros especialistas diagnosticaron que estábamos asistiendo a un cambio en el modo de producción de conocimientos a principios de 1990 se divulgó la distinción entre el Modo 1 y el Modo 2 de la actividad académica y científica. En el Modo 1 predominan los modelos mono disciplinarios, el enfoque profesionista especializado, la endogamia académica. Esta caracterización coincide con el estereotipo de la universidad profesionalista que predomina en América Latina desde comienzos del siglo XX y que ha sido reiteradamente criticado.
 En el Modo 2 en cambio  se abordan los problemas de manera transdisciplinaria, se flexibiliza el curriculum, se privilegia la investigación aplicada y la reflexividad epistemológica. Se enfatiza la responsabilidad social. Estas nuevas prácticas se introdujeron en muchas de las universidades con vocación científica de Europa, Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia, Corea, Israel  y otros países. Sirvieron para fortalecer la investigación aplicada y las vinculaciones con la sociedad.
 En las universidades sudamericanas todavía prevalece el modelo profesionalista. Las carreras profesionales son las que mandan, los estudiantes se forman en entornos monodisciplinarios: los ingenieros con los ingenieros, los médicos con los médicos, los contadores con los contadores, los abogados con los abogados, etc. Si bien desde los años de 1990 se estimuló la transferencia de servicios e innovaciones desde la universidad hacia la sociedad, el nivel de articulación de las universidades con el Estado, las empresas y las organizaciones sociales todavía es muy bajo. Las universidades se ocupan principalmente de sus problemas.  
Ahora bien, han surgido universidades que valorizan la investigación, esto es notorio en las universidades públicas de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y otros países. También han surgido valiosas experiencias de universidades capaces de intervenir en procesos de innovación tecnológica, de creación de empresas, de asistencia técnica a organismos del Estado u organizaciones sociales. 
En Brasil las universidades públicas administran más 600 incubadoras de empresas y más de 20 centros tecnológicos. En Argentina las universidades han creado unas 20 incubadoras de empresas y 3 centros tecnológicos. En las universidades argentinas en los últimos 20 años surgieron más de 600 proyectos de vinculación y cooperación con organizaciones sociales, con empresas o con organismos del Estado. Toda esta actividad además de su impacto sobre la reactivación económica e industrial tiene como resultado la facturación de más de 100 millones de dólares anuales y la creación de mecanismos de articulación de la universidad con la sociedad.
Para ponderar el potencial científico y universitario de América Latina , de acuerdo con datos de la Red Iberoamericana de Ciencia y Tecnología -  RICYT – podemos decir que para el año de 2011 registraba estos resultados:
POTENCIAL CIENTÍFICO Y UNIVERSITARIO DE AMÉRICA LATINA EN 2011 SEGÚN RICYT (RED IBEROAMERICANA DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA)
·         20 MILLONES DE ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS
·         800.000 PROFESORES UNIVERSITARIOS
·         471.270 INVESTIGADORES
·         2.004.586 GRADUADOS UNIVERSITARIOS –  2010
·         20.783 DOCTORADOS EN 2010
·         70.084 PUBLICACIONES CIENTÍFICAS ACREDITADAS

Para 2015 estimamos que hay unos 24 millones de estudiantes y más de 20 millones de graduados universitarios en la fuerza de trabajo. Esto muestra que el capital intelectual de América Latina es mucho más importante que potencial en recursos naturales.   
Mirando en prospectiva a la universidad argentina es evidente que  habría que apuntar a la creación de un Modo 3 de producción de conocimientos fundado en la capacidad para volcar la actividad académica y científica de las universidades hacia la resolución de los problemas del país. Pensemos como hipótesis qué pasaría si todas las universidades públicas de Argentina consagraran los próximos diez años a la modernización del Estado o al mejoramiento de su eficiencia. También podríamos pensar qué ocurriría si la Universidad Tecnológica Nacional se propusiera llevar adelante en el país un programa para generar energías alternativas, para industrializar la basura o para generar nuevas industrias.  
Un consorcio de universidades, municipios, provincias y agencias nacionales se encuentra involucrado en crear una dinámica de desarrollo del centro oeste sudamericano. El ZICOSUR constituye un ejemplo de cómo se pueden vincular virtuosamente los distintos actores para poner los conocimientos y los recursos al servicio de una estrategia común. Varias provincias del norte argentino se encuentran involucradas en este proyecto que constituye la gran  oportunidad para consolidar un corredor biocéanico del Atlántico al Pacífico junto a otros países de la región.
Mirando al futuro, Argentina no depende tanto de sus recursos naturales como de la calidad de sus recursos humanos, de la capacidad para actuar inteligentemente a fin de crear posibilidades de crecimiento y de bienestar común. El Modo de 3 de producción de conocimientos significaría para las universidades de América del Sur la oportunidad para dar un salto hacia un estado de bienestar y desarrollo que se encuentra demorado. Tenemos el capital social, necesitamos fortalecer el capital intelectual, tenemos recursos naturales, podemos conseguir el capital de inversiones necesarias si tenemos proyectos coherentes.
¿Qué es lo que nos detiene? Percibo, ante todo, desde la perspectiva de la universidad, una falta de iniciativa estratégica. Las instituciones están ocupadas principalmente de sus problemas internos. Asumir una visión estratégica implica además saltar por encima de las coyunturas políticas, pensar a largo plazo, trascender también las barreras institucionales para cooperar con otras instituciones del país y de la región.
En consecuencia tanto las universidades como las agencias de investigación e innovación tecnológica de la región deberían converger en torno a esta oportunidad histórica real: la de capitalizar nuestros recursos educativos y científicos a través de una nueva dinámica de desarrollo inteligente y solidario. Esto quiere decir que deberíamos asociar el uso intensivo del conocimiento para el desarrollo con una proyecto de sociedad solidaria, igualitaria.
4.    Las condiciones de implementación para una política de investigación vinculada a un nuevo modelo de desarrollo inteligente y solidario

Un modelo de desarrollo inteligente y solidario va a afrontar varias resistencias. La primera dificultad proviene del marco cultural que no valoriza el uso intensivo del conocimiento para resolver los problemas. Los gobiernos, dictatoriales o democráticos, han abusado al infinito de la discrecionalidad, del voluntarismo o del clientelismo. Sin planes estratégicos de desarrollo. Las universidades se refugiaron en la formación de profesionales. Crear una nueva conciencia de las posibilidades futuras con un modelo de desarrollo inteligente sería una de las misiones históricas de las universidades sudamericanas en la actualidad.
Ahora bien, para definir un plan estratégico necesitamos saber hacia donde avanzan las ciencias y las innovaciones tecnológicas. Necesitamos conocer y prever las necesidades de la sociedad para estar en condiciones de responder a las demandas y para contribuir como actores protagónicos a los objetivos de un plan estratégico nacional. Las universidades juntas con el sistema nacional de ciencia deberían realizar periódicamente un Observatorio de Ciencia, Tecnología y Sociedad. No en términos de un organismo institucional sino de un programa que periódicamente convoque a especialistas de distintas disciplinas para realizar un diagnóstico y una prospectiva sobre los avances de las ciencias, de las tecnologías y sobre las necesidades sociales.
Soy consciente de que en América Latina es más fácil acertar con diagnósticos pesimistas que con prospectivas inteligentes. La inercia de las burocracia estatales, de las prácticas sociales autodestructivas o de las mentalidades ineficaces es tremenda. Resulta más fácil predecir que los procesos de integración regional van a fracasar que mostrar cómo podemos ser exitosos en proyectos estratégicos de desarrollo regional. Es más fácil pensar que las universidades nacionales van a seguir con sus propias lógicas dominantes que imaginar nuevos caminos para involucrarlas en un proyecto de desarrollo inteligente y solidario. Necesitamos enfrentarnos  con las  actitudes  y predicciones negativas autocumplidas.
En 1979, el economista keynesiano Kenneth Galbraith, que fue asesor del Presidente Kennedy,  escribió el libro sobre “El orígen de la pobreza de masas” y destacó que entre los factores que determinan el círculo vicioso de la reproducción de la pobreza se encuentra el hecho de que las clases dirigentes de los países subdesarrollados se acostumbran a pensar de manera subdesarrollada. Yo creo que las universidades argentinas tienen la misión de luchar contra ese estigma abriendo caminos para crear futuros diferentes para el país. Pero para lograr ese propósito tienen que luchar primero contra su propia cultura dominante que no valoriza el uso del conocimiento en la resolución de los problemas.
Al final de la guerra civil 1861-1865 en Estados Unidos el gobierno federal quería resolver el problema de la penuria de alimentos y ofreció tierras a las universidades con una condición: que las explotaran y aportaran innovaciones técnicas a fin de modernizar la agricultura. Con esto Estados Unidos se convirtió en poco tiempo en la primera potencia agrícola del mundo. El programa de los Land Grant Colleges que dieron lugar a la creación de las facultades de agronomía mostró el poder de las universidades para generar actividades y conocimientos provechosos para el bienestar de la Nación. 
En Argentina, podríamos adoptar un programa de desarrollo regional de nuestros espacios interiores mediante un consorcio para el despliegue de un sistema ferroviario que nos conecte desde el Atlántico al Pacífico y desde la Patagonia hasta los confines de la Amazonia. De hecho ya se han formulado proyectos en esta dirección, tanto a nivel del nordeste de Brasil, como a la altura de Paraguay, Brasil, Bolivia o en el corredor transpatagónico. Podríamos optimizar estas prospectivas involucrando a las universidades y centros de investigación en un plan estratégico para los próximos treinta años que nos permita potenciar nuestro dominio de los espacios interiores, mejorar las redes de transporte fluvial y ferroviario, disminuir la dependencia de los combustibles fósiles, bajar el costo de la factura energética y movilizar el aprovechamiento de nuestros recursos humanos calificados. Esto no es utópico, todo lo contrario, puede resultar un buen negocio donde todos ganan: las poblaciones, el Estado, la economía. ¿Por qué no pueden las universidades convocar a los distintos actores involucrados para consensuar y coherentizar proyectos estratégicos como el mencionado?
Convocar a los actores involucrados para fortalecer la formulación de proyectos de desarrollo estratégico para los próximos treinta años podría ser una manera efectiva de potenciar nuestras posibilidades futuras mediante la movilización de nuestros recursos universitarios, científicos y sociales.
En el marco de una visión estratégica para el desarrollo regional podríamos identificar las prioridades para las políticas universitarias, de investigación y de innovación tecnológica. Esta es otra cuestión crucial: no podemos seguir expandiendo sin objetivos estratégicos definidos nuestras actividades universitarias o científicas.
Un factor muy importante a tener en cuenta es el hecho de que por falta de políticas para aprovechar intensivamente nuestros recursos humanos altamente calificados el país padece por un lado de una gran emigración de gente calificada y una gran subocupación, sobre todo en el sector público, de los profesionales, científicos y técnicos.  
Por otro lado, en los últimos cincuenta años se puede constatar que debido a los cambios constantes de gobiernos y políticas, la mayoría de los becarios, investigadores de alto nivel y doctores de todas las disciplinas se vieron obligados a buscar oportunidades en el extranjero. Hacia 2006 cerca de 5.500 doctores sobre unos 11.000 trabajaban en el exterior. Y más de 100.000 graduados de la educación superior emigraron en las últimas décadas. Según el informe del Indec, Perfil migratorio de Argentina – 2012, los emigrados argentinos sumaban en ese año 971.668 personas.  Si cada graduado nos cuenta más de 30.000 dólares podemos imaginar el costo y la contradicción que significa para países subdesarrollados exportar gratis miles de recursos humanos de alto nivel. Estamos subsidiando a países ricos con el drenaje de recursos humanos calificados  porque no tenemos políticas para aprovechar efectivamente nuestro capital intelectual.  
Crear el consenso estratégico, definir prioridades, desarrollar centros y proyectos de excelencia, fortalecer la capacidad para interactuar con los actores económicos, sociales y estatales deberían ser los propósitos básicos para una política de investigación de las universidades y de los centros del sistema científico nacional.
En el marco de estos objetivos vamos a descubrir que los temas de investigación pertinentes pueden cambiar de manera significativa. Si nos preparamos para nuevos entornos en el sistema de transporte podremos encontrarnos que necesitamos más investigación, más ingenieros y más tecnólogos en nuevas orientaciones. Si modernizamos y universalizamos el sistema de salud para todos encontraremos que vamos a necesitar profundizar el uso de las biotecnologías, o la formación de administradores sanitarios o la creación de nuevas especialidades como ingeniería médica o terapistas genéticos. Esto muestra que la actitud prospectiva es esencial para definir proyectos de investigación y de formación de recursos humanos altamente calificados.
5.    El futuro es incierto pero nuestra capacidad para administrar las incertidumbres puede ser un factor decisivo para el éxito.
Hace ya más de dos milenios que la filosofía budista enseña que la contingencia rodea la condición humana. Los analistas actuales del mundo global llegan a la misma conclusión: el futuro está lleno de incertidumbre porque en el mejor de los casos si mejoran nuestros conocimientos científicos y nuestras capacidades tecnológicas muchas cosas tienden a cambiar. En el peor de los escenarios las catástrofes sociales, ecológicas o económicas pueden modificar el mapa del mundo de manera dramática.
Lo propio del ser humano es realizar proyectos. Estamos condenados a elegir nuestros fines y a intentar alcanzarlos. Las posibilidades de éxito dependen de la medida en que percibimos y controlamos adecuadamente nuestras realidades. Una de las amenazas más frecuentes de nuestras sociedades sudamericanas han sido las equivocadas visiones de la realidad por parte de las clases dirigentes.
Es verdad que no podemos estar seguros de lo que sucederá en el futuro. Esto no impide que tengamos proyectos. Es más: nuestras posibilidades de éxito dependen de la capacidad para tener proyectos. Por otro lado, el hecho de que tengamos que asumir la incertidumbre no nos impide formular hipótesis y planes  adecuados para mejorar nuestras condiciones de vida. La actividad científica está signada, como mostró Karl Popper, por el hecho de que todas las teorías científicas son refutables. No vivimos en la certeza, es cierto, pero podemos administrar correctamente la incertidumbre.
      Con todo esto lo que queremos decir en definitiva es que las universidades sudamericanas necesitan por un lado asumir la complejidad y la incertidumbre de los escenarios prospectivos, pero por otro lado, tienen la misión y la posibilidad de crear políticas de conocimiento que nos permitan enfrentar de la mejor manera posible nuestros futuros. Esta seria a mi entender la actitud conveniente de nuestras universidades para construir un modelo de desarrollo inteligente y solidario.













BIBLIOGRAFÍA

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